lunes, 7 de agosto de 2017

CXVI

Este invierno es atroz y despojado
Ha lacerado el beso en su pasaje
Ni el frío ni el calor le dieron traje
Porque invernar se ha vuelto un don cuajado

Tuve vestigios de amor, descompasados
Tuve temores ciegos de mi muerte
El dolor compartido fue mi fuerte
Y la hermandad desnuda me ha curado

Estoy ciego de lunas, sólo lloro
y mi llanto de acuesta en las esquinas
esperando el fulgor que siempre añoro

Pero sangran en mí tantas espinas
que me tiemblan los ojos sin decoro
intentando hacer tormentas con mis ruinas

CXV

Una noche a eso de las once
la hija de las palomas dice que me quiere

Yo
Yo no sé no entiendo por qué
está desnuda de belleza con sus orejas de conejo
escucha lo que quiere o lo que puede
(es indiferente)
si es que escucha algo
pero se dibuja en una altar de amores
en una pirámide insólita que la pone de pie en la altura
y dice que me quiere


Hay estrellas por ahí en el dibujo perfecto
están en los en los bordes de su rama de princesa
y unos rayones de tedio que lo embellecen todo
y un corazón de niña escondida en su pureza de niña
(no es redundancia)

Yo estoy dibujado como un emoticón alegre
que ella inventa y me obsequia

Le pido que firme su obra majestuosa y escribe un ocho
¿Qué es un ocho? ¿Qué vale un ocho?

Estoy aprobado, de todos modos
Y ella se va, hermosa
y tiene orejas de conejo

La vida, de vez en cuando, es hermosa.