miércoles, 20 de enero de 2016

XLIV

Voy a morirme de sueños si no hago un nudo en esta rebelión imposible de caras que se van.

Me apuraría un poco en esta peregrinación hacia el útero si no tuviera que acariciar remansos sin sombra; estoy tan solo, tan embrujado por agosto, que de todas las lunas que dibujo sólo me consuelan las que no tienen nombre.

Creí descubrir que una noche, sólo una, era suficiente para deshacerme de mí.

No fue así.

Voy a morirme, de sueños o de pena. Ahora o en diciembre, cuando el calor sea tanto que hasta morir sea mejor que esperar.

Mientras tanto, habrá que robarle besos a los duendes. Y si eso no mejora las cosas, entonces no hará falta remorderse por no querer nada.

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