En el estero sin huellas de una tarde de enero
perdí las manos
y el surco moreno de mi voz se hizo pliegue del río
Pregunté si las manos huían del negro sinsabor del misterio
y no tuve que esperar respuestas
Yo sabía ya que la ceguera era una forma de espanto
y a la vez esperaba que el atardecer confirmara mi calma
En el lomo del tiempo el silencio es más simple
Por eso me dejé llevar por el color de la tarde
y solo
volviendo de mi giro nupcial con la sombra
recordé cuánto te quería
Y cómo te vestías de pena para despertarme
Soy otra vez espiga a la vera del camino
y las manos me tiemblan de nuevo
pensando que tu espalda está a mi alcance
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