domingo, 30 de junio de 2019

CCLXXXII

Llegás a mi ventana disfrazada de escarcha
ignota península del continente vacío
a dejarme la huella de la boca en la vida
como si esta noche me faltara un motivo
para hacer de náufrago en tu obra perpetua

Se hace la ribera del río con tus poros
todo cae vencido en el vidrio húmedo
la piel se te escapa a cortejar fantasmas
y yo como un niño asustado
te trazó con los dedos el contorno de la cara
cerrando los ojos al cuco que traés encima

¿Y si no hiciera falta salir a perderte
y simplemente te quisiera como al sueño
que tarde o temprano viene vestido de cura?

Perdiste un segundo
te ataste los ojos en una ventanilla
y te vi descalza
sobre la brasa de la caricia
Pero no
no me viste verte
ganabas dos veces si te interrumpía
y te dejé entera
jazmín como llegaste
fragante anochecer de deseos impronunciables
no te robé nada
almíbar del mundo
Que te adore el cielo
que a mí ya me atrapaste

CCLXXXI

Hay huecos de quietud en la estela del tiempo
A veces son voces descorridas, grávidas
y otras veces simples ojos perdidos en una mesa

Pero siempre pasa que el mundo
se abstiene de sí para inventar un pétalo imposible
una boca drástica que augura destellos de luz en la arena del río
indeleble a las mareas y las estaciones

Y así se fisura el porvenir ingrato de lo que no es aun una ruina
con dos labios trepados a una luna ingobernable
que cuajan la noche en una sola estrella
y la pintan de rojo para que el cielo crezca un poco

CCLXXX

Vuelvo al rincón del lago que me ardió de frío en enero
más quieto que entonces
el viejo del idioma colonial mostraba el manantial pedregoso
con la pericia del arquitecto de cuentos
que tarde o temprano desaparece en su escondite
y muere en secreto para avivar el olvido

Pero ya no hay muelle, ni manantial, ni dientes
queda sólo el viento escuálido del mirador distante
y un barco invertido que navega nubes
y la casa inmensa del último beso

Finalmente el niño se reduce a un salto
mi niño, tal vez yo, en la cima de una piedra pálida
pasó tanto tiempo que ya no hay pruebas
de haber sido feliz en el verano turbio
que probó que el amor es pura desventura
que querer no sirve
y amar es condenarse a la cárcel de la soledad infinita
porque al fin hay nadie
y el niño se muere cada mañana

Yo sé que a mi mano le sobran los dedos
¿para qué tenerlos si la espalda que importa está prohibida?
es esa la herencia que deja el silencio
un padre se muere de indiferencia
y una madre de incompetencia
y lo que resta escribe para no morirse
esperando un labio que valga la vida

sábado, 29 de junio de 2019

CCLXXIX

Ay de la vida sin el don del duelo
Ay del amante sin fuga de futuro
Ay de mis letras, de mi día oscuro
Ay del silencio cruel de mis desvelos

Supe querer el despertar incierto
Supe ser diestro en la ilusión errante
Supe de amores feroces, gigantes
Supe sembrar con besos mi desierto

Más no hay ya vida que pueda caberme
y cada brisa me halla sólo, inerme
a merced del vaivén de lo vivido

Qué habré de amar si el mar ya no me espera
Qué habré de ser si el pecho desespera
ante el más débil rastro de lo ido

viernes, 28 de junio de 2019

CCLXXVIII

Ese día, casi de tarde, el eunuco resolvió cortarse las alas. Decidió su muerte de ángel como quien cierra un expediente. Si hubo alguna lágrima fue accidental y fugaz, la pesadez futura ya ocupaba la mesa. Ella lloró un poco, pero sólo por cortesía.
El, ya exiliado de la felicidad, caminó unas cuadras para ver la ciudad sin ella. Cruzó varias calles sin mirar, porque no era demasiado importante volver a destino.
Lo que siguió fue tan irrelevante como ridículamente extenso. Letanías, platos limpios, pulcras intervenciones en la rutina de la madrugada. Años de sábanas en orden y bodegones bohemios para aparentar destreza en la alegría.
Ella lastimaba menos en el tedio.
Pero los corazones rotos sólo sangran arena. Era inevitable que picara la espalda en los muñones, alguna vez. Desde luego, sería demasiado tarde. Un poco de alcohol, algo de lástima de sí mismo, unos gramos de impericia y un pasado en estampida hicieron el resto.
El eunuco sin cielo se borró la felicidad de la esperanza y la vio más espléndida que un zorzal en la higuera.
Ella lloró un poco, sólo para curarlo un rato.
Y él, despilfarrando por la vida, fue a morir al hueco de los miserables, allí donde los besos valen menos que un grano de trigo.

CCLXXVII

Súbito ventarrón de áspera fragancia
salvaje viento abrupto en la ventana
huyen de su piel las bocas pálidas
como los cuervos del espantapájaros

Una mujer traza su cadencia hacia nadie
insoportable libertad para el hombre roto
que es el hombre todo perdido en su estampa
de macho formidable despojado de lágrimas

Ella está torcida como un beso frágil
delicado éxtasis de labios que se adivinan
cómo baila la boca en su aliento tibio
cómo caen inmaduros los frutos del peral
por el temblor libidinal de la mano en la espalda

Ella, sopladora furiosa de insomnios
se ríe y mata hordas de oficinistas
absortos ante los dientes impúdicos
que mastican con risas la casa lustrosa
y el piso del baño que enorgullece idiotas

Qué importa si nunca me quiere de veras
Qué importa si toca otras puertas más cálidas
Yo tuve un destello de su piel porfiada
y escuché su canto con su permiso

CCLXXVI

En el dorso del mediodía
hay una boca faltante
una lengua de azúcar
y dos aves sin nido

Llueve para arriba
porque el agua teme
que se siembren trinos
más dulces que el día

¿Quién sabe ser ciego
cuando la luz tiembla?
Ella sí y de a poco
se roba los ojos
de los incautos
de quienes ven todo
con colores vivos

Lo que queda entonces
una vez que pasa
es que el tiempo espera
y el dolor se duerme

CCLXXV

Dijo que la mañana
como una pezuña
rascaba la pena demasiado despacio
Le sobraba un techo a su voz de pájaro
aun desconocida
amarrada al trópico del viejo sin sur
Pero el día se corrió del eje
y la calandria pequeña se vistió de ella
para resbalar en la llovizna
y caer de su rama
como si bailara

La tarde entra exacta
para deshojarla un poco
sus tristezas duelen con eco
aunque sean fugaces
no le faltan más lágrimas al mediodía
cuando se recuesta
en su cuna solfeada por las nubes

Un día será poco
para verla alzar vuelo

jueves, 27 de junio de 2019

CCLXXIV

Niña de la música
paloma en desvelo
risa de avellana
restada a la noche
Te llora mi estrella
puntual como el trigo
cuajo dulce y terso
de la luna inmóvil
que limpia la ventana
Si te sobra un pétalo
de jazmín henchido
por el agua frágil
no me lo regales
que caiga en el río
lucido de insomnio
y arome el periplo
del viajero manso
Te trajo un desvío
al borde del beso
lábil y secreto
pintado de verde
Que te quiera el día
como el sol al tiempo
y vueles en vano
para ser caricia
de un duende porfiado
en sembrar las bocas
de palabras nuevas
y amores sin tregua

CCLXXIII

De la grávida pena fugitiva
quedan a veces restos deshojados
no hay dolor más desnudo que el pasado
cuando rae la memoria, siempre viva

La muerte no es temor, sino consuelo
en el alma cuajada por la herida
que dejan soledades destejidas
en el pecho postrado, siempre en duelo

Pero caben sonrisas en la oscura
pesadez de las muertes prematuras
que arrasan con los días del otoño

El amor abre huecos en el llanto
y a veces se abre paso, tanto, tanto,
que reboza el desierto de retoños

miércoles, 26 de junio de 2019

CCLXXII

Hasta en la fiebre de la tarde
allí cuando reposa el celo del día
y se duerme el demonio que te acecha
presagiando el mañana apelmazado
voy a cuidar tu espalda de libélula
en el mayor secreto posible
para que no te duela mi tristeza
ni te arrepientas de mí, siempre insípido

Porque ayer
desde el río feroz
el frío te ajó un ala
y dijiste el verbo
que me hiere

¿Vas a darte un día más para esconderme
o tendré que cerrar el portón de la caricia
para que ya me quieras sin quererme
por lástima de mí, vano barrilete
sin brisa siquiera para llegar a tu boca?

Nunca hubo adiós
menos ingrato
que aquel
desplomado sollozo
de años sin cielo
ni esperanza

¿Qué habré padecido más
que la llaga purulenta de tu mirada
el día más fatal de todos?

El amor está cerrando las ventanas
y para ver más allá de la tristeza
se vuelve imprescindible tu locura
tu pericia inmoral para encoger la boca
y decir cada sueño que me falta
como si nada

martes, 25 de junio de 2019

CCLXXI

Cercado en un exilio previsible, quien sueña con el frío suele hallarse vagabundo y solo. Afuera están el cielo y los parques, la verja dulce de la infancia adormecida y el árbol añejo que vio el primer desastre. El pordiosero se acomoda en su esquina con menos temor al mañana que el amante.

Ella temblaba
bailarina del trino
como extenso pájaro
terciopelo del alba
mientras él lloraba
cada nuevo día

En las afueras de casa algo existe, pero no se aparece a menos que los ojos se llenen de memoria. Se disfraza de esquina, de auxilio a la madre que cruza la calle, de Pedrito el triste de los hombros blancos. Se oye desde adentro un rumor de alimañas, a veces un canto y la eterna ebriedad del despojado. Pero inquieta más un silencio rugoso y algo seco, traicionero. Es que el amante escucha siempre los pasos de su vida, la que no vive en él, la que brilla en las piernas de la piedad inalcanzable, en cada intervalo. El silencio exaspera prometiendo, como dicen Sosa y el Polaco en el auto. Y una promesa interminable es la tortura peor que pensó Dios, el mismo que goteó el milagro y lo hizo inaccesible.

Zarza de fruta inmóvil
cueva del murciélago atroz
¿Dónde cabe la mano
que pueda quitar letras al pasado?
Y la bailarina
poliniza el día
que está siempre detrás del ventanal
al que no le caben cobardías.
Niebla del verso
basta, ya no bailes
que la noche es corta
Y el día infinito.

Es condición de quien ha visto al menos una vez un mediodía de frente expatriarse de todo. Sólo el ciego tiene tierra fértil para sembrar amaneceres sin semillas. La tristeza es la patria, en todo caso, del que un día dejó el cerezo para siempre. Toda felicidad quedó postrada bajo el árbol y muy a su pesar se presta un rato, un par de veces en la vida toda.

Nadie llora.
Nadie viene.
Nadie ama.
Nadie hay,
excepto el torpe, en su cueva
y la bailarina, en su aroma de mundo.
¿Quién hay para mí
que tanto peno?

CCLXXV

Bajá al mar
almendra en vuelo
trasnoche de la boca
verbo azucarado
de boca encriptada
de labios perdidos
Abro los postigos
entrá en la corriente
de mi pena dulce
cuello de ceniza
y ojos de zarzamora
no te dejes irte
no me abraces nunca
si te hago trizas el pelo
pelo de algarrobo
voz infame y pasajera
como viento sur
que hiela narices
y borra el agua inerte
Volvé a descartarme
con tu espalda intacta
luna de ron y menta
olvidada travesía
inolvidable amparo
No te vayas
no cruces la puerta
que lleva al manzano
no puedo perderte
no quiero perderte
Bajá al mar
tengo el pulso exacto
de la ola enardecida
y voy a llevarte al pliegue
de la tierra hambrienta

CCLXXIV

Es preferible mendigar amor
aunque sea al espejismo de un sueño
humillarse, ser insidia y espina
que vagar por uno mismo
rondando amaneceres en estado de coma
muerto para el mar y la tarde

Ella nada quiere de mí
está hecha de la materia primigenia del sol
no cabe en el tiempo
menos en la poquedad de un náufrago

Pero aun así habrá que postrarse
rendirse y clamar
aun a sabiendas de que el juego se pierde
aun revolcado en la miseria del desprecio
porque lo otro
el estar por estar en la casa rota
mata más rápido que la sed

Ella sabe todo
conoce de cada tormenta el descanso
y de cada pudor el desenfreno

Pero hay que amarla hasta morir de soledad
porque sí, porque vale la pena
ser desamado es ingrato sólo en el sueño
lo peor es la espera
pero cuando se sabe que el destino es nada
el amor es motor de lo vivido
y la muerte consoladora está más viva
más cerca

La esperanza, de todos modos, va a arruinarlo todo
y habrá que empezar otra vez
y otra

lunes, 24 de junio de 2019

CCLXXIII

Si el almendro del viaje interminable se compusiera de pronto y repitiera la sombra que acariciaba el sueño, ¿dirías que sí?
¿Dirías que sí, acaso, si volviera a treparme al pino del sur con los ojos clavados en el agua verde de los veranos sin mañana?
¿Acaso aceptarias si pudiera esconderte en mi pena y abrigar la fruta de tus ojos de la luz desteñida de los días que sangran?
¿Y si fuera posible que me desenredara de la hiedra que desenvenena el cráter de los amores insaciables?
Si no fuera yo, si no estuviera, si por algún destello de la suerte me creciera algo bello más allá del recuerdo ineficaz de la niñez arremetida, ¿dirías que sí?
Y si dijeras que no, que siempre no, que nunca, que los muertos no abrazan golondrinas y las lágrimas de Dios no se mezclan con los hijos del miedo, ¿habría un lugar en la memoria para mí, un hueco en el silencio de la noche serena?

domingo, 23 de junio de 2019

CCLXXII

¿Qué puedo hacer si el viento para, o llega el frío al pozo húmedo de las estrellas diurnas?
¿Cómo se viste al temporal futuro si la ventisca de hoy está desnuda y se me escapa?
¿Cómo, si el mar es un espejismo de las penas primitivas, puede alguien desear algo más que despertarse infeliz?
¿A qué Dios se le piden dos días de silencio si vaciarla un segundo de la boca es el horror más crudo?
¿No es inexorable que el hijo muera, el propio, el impensable cadáver que pide besos a la noche?
¿Para qué hacer algo, entonces? ¿Para qué restituir la sonrisa como caricia a nadie, a todos que son nada?
No caigo de nuevo en esa trampa. Ya fui feliz algunas veces y el precio es la miseria.
No vuelvo deĺ jardín del abuelo. Nunca, nunca más me voy de ahí.
Sepa el invierno que no estoy más. Sepan la niñera inválida y mortificada y la hebra preciosa de los infortunios que me quedo en ese enero interminable.
La vida se va a ir, eso es sólo un consuelo. Pero no me dejo arrancar mi Cerezo, al menos.

CCLXXI

Nada más puntual que mi estrellita de la medianera. Es raro fumar, mirarla y pensar que quizá no existe más. Se ve que existir o no es indiferente al momento de llegar a tiempo a acompañar a un amigo. Ahí está, viva o muerta, incondicional. Y es un poco rojita. Linda piba.

CCLXX

Puedo nombrar
Puedo terminar aterido en tu falda
Puedo germinar como risa
Puedo llorar hasta aburrirte
Puedo señalar el gato en la habitación

Hay cosas más raras
Puedo, por ejemplo, acechar lagartijas
Rascar el cielorraso de los duendes
Puedo también prestar atención
Y subirme a la panza del escarabajo y revolcarnos en el barro

Pero no puedo querer a nadie
Al menos como para que se note

Mañana a la mañana voy a tratar de nuevo
No va a pasar

El problema es la cereza
Siempre el problema es la cereza

sábado, 22 de junio de 2019

CCLXIX

Penas que migran de cielo en cielo
cosidas a nubes muertas que se arrastran
para dar sombra al trigo que se escalda
en el borde del camino intransitable

Hemos contado historias formidables
a los jerarcas del beso acontecido
para que la espalda del sol quedara intacta
así como es imperturbable el pájaro
que vuela sobre el techo sobreviviente
de la casa siempre inhabitada

Pero los cuentos duran primaveras
y los otoños saben que a su turno
la vida será amarilla o roja
pero siempre incontable con la luz apagada

El terror del verano es amenaza
y es lejano el invierno que cura la fiebre

Es en esa rendija donde duerme el poeta
estático y trunco inevitable
siempre herido de ausencia y exilio
siempre ciego al sentido de su vida
siempre ajeno a sí mismo, siempre otro
deshecho por el tiempo que no acaba
ni descansa

CCLXVIII

En casa queda el hueco
del niño en el pecho verde
y la sonrisa ingrávida
lustrando la tarde de agosto

Hoy esos dedos inválidos
invaden los días sin anunciarse
son hebras sin tiznes
que de vez en cuando
asotanadas y feroces
hacen que la noche llore
y el Río se aquiete

Perdido en su cueva pequeña
disimula ternuras infinitas
rasca el fondo del grito
pero encuentra ecos de besos
que sabe propios
como amores intactos y curtidos
ante su afán de fiera que fracasa

No está
el piano reposa y la casa espera
y su ángel invisible se esconde
para quererlo a pesar de él,
de ellos,
y la noche avanza más despacio

CCLXVII

Intenté matarte con palabras
con esquinas desconocidas
y madrugadas húmedas 

Traté de que te fueras de golpe
o goteando en la cocina
mirando para atrás por última vez
o extraviada en vos
ligera y despojada

Te eché a los gritos
y con canciones tristes
Y con olor a cigarrillo en los dedos
Y con el simple y redentor olvido

Pero sos como el día
como la estrella que cada vez
a la una
se duerme sobre la medianera
inexorablemente 
como la voz del hijo que regresa
como la espuma del mar
como la tristeza

Doblo un recodo de la vida
imprevisible, recóndito
y ahí estás, iluminada y tiesa
como si nunca hubieras existido
sudando desvelos que se me pegan
me pringan la garganta
me despojan de mí

¿Cuál es el continente
la isla, la selva, la cúspide
que tengo que habitar para perderte?

viernes, 21 de junio de 2019

CCLXVI

De la sonrisa le brotan colibríes
nunca vio la tarde ojos más alegres
ni encantamientos tan súbitos
como los que paren sus mejillas

Alguna vez en la palma de una mano
cupo su cuerpo íntegro y frágil
y ya desde entonces era una mueca plácida de la vida
un guiño del mundo que resucitaba
para decirme que había felicidades posibles
amores sin contrapeso

Duerme encogiendo la madrugada
y yo sigo buscando a veces su respiración sanadora
para poder dejar el día en manos del sueño

La pelota martilla la casa
él va y viene
es un duende perfecto con risa de auroras
nuestro regalo a un mundo que le queda pequeño
la tenaza en la vida, mi cadena de espuma
yo, fuera de mí, mejor, más bello, más bueno

CCLXV

Hay, para estar solo, que saber sufrirse. Mirar sobre la mesa la miseria de ser sin haber sido y hacer como si nada, o dejar de lado la certidumbre de que el futuro es una idea descompuesta, que nace podrida y se disimula embolsada en esperanzas, siempre inútiles.
Y es que nada ocurre. Nada sucede. Uno es sucedido por la sombra de lo que anhela y al final, cuando ya no hay remedio, el anhelo se enferma y sólo queda la sombra. Lo que es tierno no es propio y lo que es propio es oscuro. Para eso sirve la desgracia de la luz: que se note que acaba.
Y en el borde exacto vive mi deseo. Ser algo o nada es sólo cuestión de doblar el cuello.
Pero el algo es del tamaño del amor y cuanto mayor se revela más atormenta.
La disyuntiva no es ser o no ser, sino ser sido o ser siendo. La muerte no cuenta; y ser siendo es triste, porque la brisa de las gotas de Dios son abismales y rastreras: no van a detenerse jamás.
Hay, para estar solo, en definitiva, que saberse infértil.
No cualquiera puede.

CCLXIV

Acaso de los desengaños sólo quede polvo
cenizas tibias que de a poco se vuelan
y abonan campos verdes en otros cuerpos

De los cuerpos, entonces, sólo se sabe un rastro
no se reconstruye nada sin dolor
porque en el deshacerse de la inocencia se pierden piezas
que son la medida de lo que valió la pena
o la falta primigenia incurable y sorda

Así es como el amor lo arrasa todo
lo único que tiene sentido es lo que no será nunca
y por milagro nos reconocemos
agujereados por todas partes y escapando de los besos reales
idos de nosotros sin remedio o consuelo

Quisiera morir mañana
pero sin estridencias ni gravedad exagerada
sólo inexistir de golpe y porrazo
sin dejar heridos en el camino

Los hijos arruinan todo
ella arruina todo, gota de Dios perdida para siempre
ella arruina todo, cuidadora orfebre
yo arruino todo, cobarde imperdonable

Sube el día
otro día
y a empezar otra vez

jueves, 20 de junio de 2019

CCLXIII

La infancia es un bosque muerto
he vuelto a ella demasiadas veces
a buscar el reposo grato de los dedos pinchados por arbustos dulces
o las manos rugosas del peregrino
o el arrullo abrazador de la huérfana expatriada

Cada hoja que recuerdo
(y las hojas pasadas eran azules y rubias y rojas)
es hoy una costra marchita y quebradiza
y no hay manos ni nanas ni sueños
sino chillidos tercos o silencios aterradores
y cada presagio un naufragio
y cada dedo una cicatriz inexplicable

La infancia es un viaje entre lágrimas
desde el pudoroso abandono del desgano
hacia el impúdico desprecio de la ausencia
y no queda en el medio más que unos amores y unos hijos
no es tan poco, ciertamente,
pero el mañana no siempre es futuro
y para eso no alcanza con consuelos
porque la muerte está repleta de esperanzas vanas

CCLXII

Porfiada en no ser
te busqué en cada rastro
que dejaba la música de las hojas agitadas
en cada palabra de bar apenas adivinada
y en cada nudo del tiempo

Pero existías demasiado cerca
debiste alejarte de una vez
despreciarme de veras
hacerte miserable y triste
acongojada y oscura

No fue posible
la intensidad del miedo es a veces frágil
y mi estar era el pánico
es el pánico
será el pánico

No te aflijas más
No quiero ser astilla
ya sé que el mundo es chico para vos
y lo curioso es que yo
tan chiquito
no te quepo

miércoles, 19 de junio de 2019

CCLXI

En la estela del barco dejó el sueño
no lo sabía entonces, orfebre y guerrero transido y mustio
le creció el olvido en los hombros
el día en que me alzó para cruzar un atardecer
que sería el último en mi memoria esquiva

Lo que supe después fue imperfecto
me lo contaron corazones heridos o marchitos
y las huellas en el cuerpo se arrebatan fácilmente
porque los muertos no saben defenderse

En sus manos de plata conocí el abrazo por primera vez
y me curó la fiebre del diablo blanco
la del desmayo insólito y musical del acto inicial de mis futuros posibles
pero fue inclemente consigo
persiguiendo el fantasma de la tierra irreversible
y velando en su dialecto crudo la esperanza
como quien muere en cuotas
y agoniza desterrado por la patria extraviada

Una vez, y en secreto,
me contó la historia de una tregua plácida
y yo estaba en ella como actor de la suerte
fue su herencia posible
y mi resguardo indestructible

Mi abuelo murió de lejanía
es falsa la verdad de las viudas y los crueles
nadie enferma en su idioma
ni muere en su casa

CCLX

Sé que no habrá resurrección posible del dulce abril que me devolvió la sangre y los hijos. Sufrir el desabrido pasar de las horas tanto tiempo dejó heridas, pero de ciertas muertes se regresa, aunque sea de a poco.
Despertar puede a veces parecer un cortejo con el dolor del mundo; uno se descubre atormentado por certezas tenaces, como el saber que la muerte del hijo nace con él, o que la crónica diaria del hastío está siempre acompañando cada suspiro.
Hay, sin embargo, una atrocidad que arrastra a la locura y es el saberse ajeno al devenir de los encantos sutiles, generalmente fugaces, pero a veces tan crudos como las sombras de aquel agosto infame en el que todo pudo ser exacto.
Si pudiera elegir el desamor, no dudaría; pero estoy condenado al infortunio de amar, como todos.
¿Cómo se desquiere, si acaso es posible? ¿Cómo puede una delicia ser tan terriblemente lacerante?
Quien viera lo que he visto, quien besara los labios que he besado o fuera mirado por ciertos ojos del modo en que fui visto, no dudaría un instante en que la vida es horriblemente hostil cuando hay memoria.
Hay, sin embargo, un consuelo fugaz y es que toda derrota sabe parir fantasías de venganza. La fantasía trina, aun la imposible. Canta canciones de cuna cuando el silencio parece definitivo.
El pájaro más bello puede equivocarse de rama y quien sabe; tal vez de eso se trate la felicidad.
Qué paradoja absurda que las tristezas más amargas de un amor imposible sean capaces de fabricar deleites y lágrimas sin pena.
El pájaro más hermoso duerme a veces. Yo aprovecho esos ratos para ser vigía de la risa que la mañana tratará de robarle.
Ese trabajo es mi albergue. El pájaro despierta y me encuentra huyendo para no molestar. Pero sé que un ratito, al menos un ratito, me quiere un poco.
No alcanza, pero acaricia un poco la mejilla húmeda que le pertenece.

martes, 18 de junio de 2019

CCLIX

Dejo abierta la ventana para tener frío
y del marco carcomido nace una lagartija
pequeña como una de las hojas de mi planta preferida
Se queda estática mirando el cielorraso
y hacemos dúo un rato silentes y solitarios
como esperando lo mismo: que nada pase

A veces la impericia es la virtud de un torpe
es bueno inesperar y abandonarse
el tiempo no trafica con heroismos o vanidades
va a pasar igual por la quietud más rancia
y por el afán más apasionado

Me gustan las lagartijas y los sapos y las culebras
nunca se apaciguan en valentías vanas
la madera húmeda les parece una lengua
como me pasa a mí con la memoria

Ahí estamos yo y la lagartija
qué largo se hace el cielo cuando todos duermen
pienso
a cierta hora el dolor es difuso y artero
pero en la mudez se arropan insólitas compañías
¿sabrá algo de mí que quiera contarme?
es un hecho que apenas me pare vamos a dejar esta camaradería
pero tal vez sea eso lo que significa todo:
la esencia de lo bello es la inmovilidad del instante
ese presente imposible que Agustín sufría

Debía ser eso
la lagartija se fue por arriba de la bisagra
se ve que le adiviné el secreto

Son más de la una
ella, mi amada, duerme, seguramente, o llora
y yo voy a fumar un poco más
para contarle a mi abuela muerta que pasé un mal día
y que extraño su forma rara de hacerme cosquillas en italiano
y  después voy a ver si me muero o prendo la tele o me voy a acostar

Mañana va a crecerme un duende en la garganta
ya lo veo venir

CCLVIII

A Dios le goteó la barba el día que hizo todo. Puso en el medio a la tierra y eso estuvo bien, aunque después se aburrió y pintó galaxias y nebulosas y la tierra se le fue de las manos. Hizo la luz y la oscuridad y los escarabajos y las uvas. Hizo al hombre, escupió a la mujer y le parecieron demasiado felices. Eran épocas raras en las que la gente vivía demasiado, asesinaba a sus hijos y tejía palabras profanas y amargas. Los girasoles fueron lo que le salió mejor, eso sí. Y lo demás es más o menos conocido.
Pero la gota...
La peor omisión de Dios fue el olvido o el descuido de haber creado algo anterior al tiempo. Porque Dios goteaba almíbar. Y el día y la noche y todo lo que existe se rinden al no ser de esa miel primera, ajena a los siglos y las revoluciones.
La azúcar primitiva pura y graciosa como el vaivén de las marejadas se vistió de tormenta y encarnó innumerables veces en flores y selvas, café y mariposas, tal vez en Bach y en Virgilio, casi seguramente en cereza.
Es un hueco en la vida que da sentido a todo. El mundo sólo se completa cuando ella falta en lo contable.
Ella es ella. Yo tuve la gloria de despilfarrarla, de serle penoso y pobre; pero la vi hiriendo la tarde con su Majestad de almendra fresca. Yo conozco el milagro como nadie, porque lo perdí a propósito de la forma más infame. La cobardía es la madre de toda desventura.
Ella, la que fue golondrina y durazno y cordillera, fue casi posible. Quien pudiera verla no la notaría, porque el don se pierde. Se me dio una vez y aún perdura intacto, solamente para mis ojos ya muertos y mi corazón vacío.
Ella sabe todo, hasta lo que dice que ignora. Se cura a sí misma de mentira y le caen pétalos de jazmín en las mejillas cuando llora. Y llora porque sabe que nada le cabe. Es demasiado grande para que le sirva un beso. Es el beso esencial vestido de mujer inconclusa.
Ella es la sombra de lo que no será nunca. No hay amor existente que pueda merecerla.
Ella es, repito, el tiempo antes del tiempo. Y yo la llevo encima como un fulgor doloroso. Sólo porque la vi una vez y me habló de caricias. Lo único que cura de su toque es la muerte. Y ella resplandece como una luciérnaga de diciembre en la sierra, más grande que todo, más bella que todo.

lunes, 17 de junio de 2019

CCLVII

De la punzante espina de sus ojos
sobrevivientes, tristes, mancillados,
nace el puro delirio enamorado
que destroza el dolor como rastrojo

No le teme al silencio esperanzado
ni la espanta la noche estremecida
más quiere hacerle tajos a la vida
que dormirse en un pecho deshojado

No habrá siembra de luz, no habrá camino
que la lleve al pincel del mediodía
derrotada por nadie, saldrá herida

Mas vale más curar que estar tendida
en la estúpida paz del buen destino
o en el consuelo gris del alma mía

CCLVI

Debajo de la mora
los dedos sangrados
la boca empañada
y el pelo Crespo
el niño se duerme
se apaga la tarde
madura diciembre
un beso futuro

Adiós manos tristes
mañana es poco
no te espera nadie
no te quiere nadie

La mora te ampara
qué poca suerte
caber en un árbol
que dura un día
y la vida sigue
entre muertos tristes
y amores perdidos

domingo, 16 de junio de 2019

CCLV

Hebras de algodón sobre los hombros
y ella vuela
va a lustrarle los ojos a una marioneta
que baila en la lluvia
colgada de las fibras de un algodón de azúcar
que le regala Dios a los pájaros

Detrás de la puerta
un murmullo reciente espanta una pena
hay alguien que se duerme
y hay alguien que llora
y hay alguien que juega con burbujas
y yo adivino una nariz pequeña
y una sonrisa de tiza en el aire
silencio
hay que esperar que pase la princesa
para que vuelva el tiempo a acomodarse

Y ella salta
y baila con las manos la sinfonía final
del carnaval perenne del gorrión
que ayer
o hace siglos qué importa eso
me mostró los recovecos del deseo
y se fue a cantar a mi cuarto
para que me durmiera tranquilo

Basta de hablar
y de cruzar el arroyo pedregoso
una y otra vez
del otro lado hay flores secas
y duendes con piolines
que hacen reír al niño para robarle un beso
esta margen no existe tan feliz
como quisiera
pero ella salta aquí sus melodías
al alcance de un beso

Y ella luce
su cara de gata en carne viva
que atraviesa la luz misma
y se remonta como barrilete
para enredarse a propósito en el sauce
y mentir auxilios que no necesita
sólo para que la quieran de una vez
como le corresponde

CCLIV

Silencioso y brusco
se aquieta el colibrí en la ventana
no respiro
estático y mudo lo guardo
necesito tenerlo hasta mañana
al menos en la memoria
para recordar el día en que te vi
fugaz hipnótica y tersa
como un soplo de paz en la vida
que traía a cuestas desgarrada
y me llevé bañada de golondrinas

¿Cómo cabe tanto amor en un instante?
¿Cuánto más puedo hacer para no verte?
La noche es cascabel de los tormentos
pero ya ni la madrugada cura
ya ni el día me refugia de tus ojos

¿Cuánto habrá que llorar para dormir
sin temer que se astille la mañana?
El frío está puliendo huesos
y en la cama la piel se hace presagio
de lo que no es ni sombra de un suspiro
de que ni respirar será posible
hasta que huela la espalda precisa
de la que me escapé para ser vano
inerte y desabrido y ritual
ferviente detractor de tempestades

Hoy te toca ser huella irrenunciable
y si un día se arrebata la medianoche
y se cuaja el amanecer en lágrimas
yo sabré que el colibrí fue tu venganza
y no haré más que rendirte culto
minuto a minuto
hasta que ya no me queden palabras

CCLIII

Mi abuela nació un invierno extraño
Yo tenía apenas dieciséis años entonces
y ella llegó para descobijarme del todo

El pasado la hirió en los ojos
miraba siempre a través de todo
su tierra de horrores y alimañas de mar
mientras descontaba años al regreso
que nunca sería

Yo quedaba trunco en su espalda de siestas
esperando que nunca se escapara de mí
pero los desamores son fugaces a veces
y sé que en sus destellos de alegría
yo contaba en algo

Así fue hasta que decidió nacer esa noche
ya muerta y resoplando en la almohada
nació como memoria y siempre fue eso
antes era un pájaro estampado en la cocina
y las alas le cabían apenas cuando cantaba

Supe ser más chico, confieso,
cuando la adivinaba grácil de madrugada
y me arrullaba en llantos para otros
que me desquerían demasiado

Ella sin embargo se curaba la memoria en mí
y yo no sabía (era demasiado pequeño)
que cuando al fin naciera ya sería tarde
para darle el gusto de amarla en contrapunto
tal vez por eso
tuvieron que pasar siglos para que la llorara

Sólo diré de mí que no tuve clemencia
el perdón es un don que se adquiere de golpe
siempre cuando ya no sirve
pero ella estaba exhausta de su dulzura
y me dejó una vida que ya no me servía

En su defensa puede decirse que yo ya estaba roto
desde el día en que el cerezo del sur me dio mi pena
si no sangré más tiempo fue gracias a su boca
y a su mar irreversible para mi bien
y a su salsa irrepetible de crema y lágrimas

Hoy la extraño de a golpes
y me acuerdo de ella cuando tiemblo de amor
por quien supe destratar y abandonar una tarde
esa que aun me cala la tristeza cuando quiere
sólo existiendo lejos

El amor se murió cuando nació mi abuela
eso parecía un hecho
pero hoy desconfío de mis refugios
y por algo la resucito en brazos nuevos
como si el tiempo pudiera devolver lo robado

sábado, 15 de junio de 2019

CCLII

Ay ángel ángel torpe pirata encadenado al muelle ¿Quién te dejó ese témpano de resentimientos en los dedos? La Cenicienta fiera que cruzó el mar para olvidarte y sólo supo parirte ya ni cabe en tus bolsillos carcomidos por la guerra Pobre tierra la tuya que no sabe de lluvias Pobre tu pelo rústico y teñido de atardeceres ampollado y suave ¿Será que desde el día en que ella dijo la mar se acabaron las palabras? Es el mar el mar cabrío y erecto que rompe la noche Esa vez lo dijiste sólo para que supiera que el destino marcaba que no ibas a quererla más Pero las madres regresan siempre disfrazadas y tenazmente furiosas a reclamar el dolor padecido Ángel del sur que vio el cerezo repleto y se hastió de agua fría en enero ¿Acaso te hace falta desnacer por ella una y otra vez? Pirata de charcos golondrina de barrio tigre desterrado flaco y sólo Ella no quiso nada más que regresar un día a quién sabe donde y vos ángel ciego le asesinaste el sueño ¿Qué esperabas entonces más que una frazada y un vaso de agua? Hay que dejarla ir y disculparse en la muerte Hoy se ven los hilos de los que cuelga tu cuerpo desmentido por la niña hermosa que abandonaste Ese fuiste vos y no podés culpar a la migrantes infame Fue tu única chance y elegiste mal ser débil para no arrepentirte ¿Vas a ser ahora un hombre puro o el afán de odiar tus dedos te va a dejar perdido en la melancolía estúpida del indigente eterno? Ya la otra la extranjera perpetua no te quiso entonces y esperás que hoy se arrodille para consolarte Pobre diablo ¿No vez que la niña la otra esa a la que despreciaste está tendida en tu sueño? ¿No vas a buscarla a rogarle a gemir humillado para que te quiera? No Eso sería hermoso y a vos te gusta llorar pájaros muertos Fijate bien que los años no esperan Alguna vez vas a salir de la cueva y ya no va a haber nadie esperando Andá a dormir Soñala por lo menos Y a la otra la que tuvo miedo de dejarte vivo soltale las manos Acostate mirando la pared eso sí No vaya a ser que la pases bien alguna vez No podrías perdonártelo

CCLI

En tu voz muere el tiempo
todo se hace frágil en tu boca
y si el día suena calla de repente
para hacerte guardia

Que digas un nombre
lo embellece todo
y si es mío
los coros de la pena se silencian
para envolver otras vidas
menos incipientes

Renazco si hablás
sin que importe la inminencia
del instante inmediato
en que serás recuerdo
y la espera sucede
ansiosa de vos
repujada en tus ojos
que abren el desierto
y me miran a veces
como si yo importara

viernes, 14 de junio de 2019

CCL

Te vi llorar de golpe. Era innecesario acariciar tu mejilla abrillantada de tristeza, pena añeja y robada al desamor inmerecido; pero no tuve alternativa: era eso o besarte otra vez, lo cual era imposible, imperdonable, profano. Recitaste tu vientre con los ojos, deshojada y radiante, aunque no pareciera posible que te vieras tan bella. Y eras. Si hoy supiera encontrarte no cabría en la vida; pero tengo terror de tu estatura y tus dolores furiosos como el trigo en el viento. Lloraste siglos de flores y bosques abandonados, sólo vistos por el resplandor lánguido de las luciérnagas. Y yo, tan chiquito, tan poco, tan entorpecido, sólo supe desandar mi pudor miserable hasta el punto exacto en que renuncié a ser digno de una lágrima tuya. No hay abismo más hondo que el que esconde mi amor. La cobardía está hecha de renuncias, pero ninguna fue tan amarga como esa que te despojó del fuego. Y vos llorabas como si quisieras regalarme un día más de vida, sin saber que me tejías el mundo en los nudillos humedecidos. Fue todo tan fugaz como el resplandor de una gota de lluvia; y sin embargo se ancló tu boca inmensa en la perpetuidad de lo ido. Vos sólo lloraste. Yo supe que estaba condenado a perseguir tu sombra siempre lejana y portentosa. Y ahora no hay cielo capaz de cobijar tanta ternura. La muerte queda demasiado lejos; ¿cómo se vive hasta entonces?

CCXLIX

Llevo la palabra como el mundo a cuestas
y el silencio como instinto de defensa
porque hablar es morir en otro
abandonarse al extravío de la clemencia
para no decir nada

Aprendí a callar en octubre
mes de desmemorias y naufragios
cuando la niña del mar se alzó en armas
y tendió para siempre mi tristeza
como puente invisible hacia su pena

Y ya no la quise
o al menos eso desearía creer
porque amar fantasmas es temer la vida
con un toque sutil de desesperanza
que presagia infortunios inexorables

Mi madre me tejió en telar con lana seca
era inevitable que me ajara pronto
y hasta una caricia me rasgaba de cuajo
sobre todo la suya
siempre inseparable de la espera eterna

Y el día llegó
la espera se hizo furia destemplada
ante mi mudez desafiante y temeraria
y conocí el desprecio y la vergüenza
y la desgracia de no ser en ningún sitio

Hoy no hay nada que pueda nombrarme
no sé siquiera si hay verbo que me quepa
soy el durmiente perdido y fermentado
el fulgor imposible del amor perdido
el escribiente afónico de un abandono

¿Cuánto cabe de mí en la tarde incipiente
que no sobre a la noche
cuando el insomnio ataque y me revele?
Ya no hay nada que hacer con palabras
lo que queda es llorar
hasta que tiemble la tierra
y surja algún milagro de una grieta furtiva

CCXLVIII

De espaldas a la tierra seca de la ladera un niño rumia el tallo fresco del silencio
cuenta nubes de a pares y dibuja pinos y caballos y aguaciles
el cielo apenas tibio se le hace piel de la tarde
Y el sol roza los codos y arruga las pupilas y los labios

Sólo se mueve para renovar la hierba tierna
y le tuerce la cintura el vaivén del pasto irregular y húmedo

Lejos, cada tanto, pasan pájaros migrantes en dirección a la casa vieja
Él se aquieta en espera del chirrido inminente
o de la voz del viejo que puede interrumpir las horas

Nada sucede

En el surco de la boca se dibujan pesares arremetidos
porque ella, la única, va a llegar un día para desatar la tormenta

Ella
innata y reluciente como el pico nevado de abril
no es siquiera una idea
pero ya desde el inicio de la vida brilla entre los cuerpos pálidos

Él
ya la espera desde su sur pequeño
sabe que cuando llegue no habrá silencio ni hierba ni cielos templados
pero en la vida inútil y desvariada que lo espera no habrá más que su mejilla humedecida
y nada parecerá lo suficientemente hermoso como para merecerla

Llueve
y ella sabe que valió una vida
aun ignorando que su altura sería el obstáculo invencible
y él sabe que la muerte no es lo más triste
sino ella, magnífica como el sol que ya no quema
inalcanzable

miércoles, 12 de junio de 2019

CCXLVII

No hay temor más amargo
ni pesar más tortuoso
que el haber nacido
y sobrarle al día que amenaza

Ser y verse siendo
y saber
que nada es suficiente
que la muerte se escapa
y deja palabras
huellas descifrables
de que al fin no vale nada
lo que se guarda para después

Crecí desmontado
mi patria era un dialecto fatigado
pronunciado deprisa
para no herirme tanto

Pero al morir
los que hablaban se olvidaron
y el amor se tradujo a los tumbos
resintiendo la fortuna
esperando abrazos
cultivando secretos
en un idioma espeso
que no supo de otros

No perdono la muerte
pero la comprendo
la ausencia es lo de menos
lo que hiere es haber querido
y la culpa es inclemente

Nací en partes
y me muero de a gotas
un poquito ayer
otro tanto mañana
pero nunca hoy
que es cuando hace falta

¿Y ella me sabe?
¿Me quiere, me sueña?
Mañana sabremos
si acaso no hay presente en todo el día


CCXLVI

Nada sabe un hombre de la brisa del beso que fermenta la memoria. Una mujer yace sobre la espuma del mar, esperando que encalle el amor a sus espaldas; y es más fácil que hierva en la nieve un suspiro que el amante haga huella en la arena y se rinda derrotado.
Es el sino trágico del hombre no caber en la cruda humillación de la impotencia. Su cobardía es el signo fatal de su porte tempestuoso y fútil; ser débil requiere demasiado esfuerzo, demasiado coraje.
Así nace el primero y peor de los silencios: "sé de vos que te divierto con mi mueca de agua, pero rendite a mí, espantada por la furia ridícula que llevo como estandarte". Sólo ella se resigna al juego, sabiendo que juega.
Pero ella habla y por eso existe. Habla con los dedos, con los ojos, con la cintura; con la quetud piadosa de quien ya ha vencido.
No hay amor más hermoso y feroz que la derrota. Pero ser derrotado no es posible sin renunciar a todo, sin extraviarse por completo del sinsentido de la coherencia y hundirse hasta el abismo en la corriente magistral del caos.
Eso, precisamente, es lo que ella sabe. Y no se inquieta.
La batalla es sólo un ritual inexorable. Todo está decidido en la primera mirada.
Ella sobrevive, siempre. Ella respira y baila, siempre.
¿Y qué hago yo conmigo, frente a la enormidad del deseo?
Estoy perdiendo palabras para confesarme.
Las que me quedan crujen camino a ella.
Y ella sabe todo, hasta lo que no es cierto.
Estoy perdido.
¿Me queda algo más que dolor para evitar el sueño? ¿Me queda algo más que yo?
Ni siquiera yo valgo. Mido menos que el grano de arroz que atormentó a la princesa del cuento.
Y ella sabe todo, menos mi estatura.

martes, 11 de junio de 2019

CCXLV

Duele la liturgia del amor perdido
el rito de la risa exhausta
y el pecho entumecido y grave
viendo a la cara lo que no es
lo que se ansía por años
y sobrevive insomnios irreparables
pero muere en una esquina
hasta la próxima muerte

Era fácil decirla
agonizar acaso por sus ojos tibios
que veían todo y se desenredaban
de la luz furiosa de marzo

Pero ahora es ciego el traficante de abrazos
y mudo por su mano eterna, la de ella,
aferrada a mi sueño moribundo
que se pierde en la palabra
sólo para que no se vaya nunca
y encontrar una forma de nombrarla de nuevo
sin morir de tristeza

¿Por qué la vida vuelve,
si su destino es irremediable,
a mentirme de nuevo?

Es posible, es posible
dice la tarde rebozada de ella

Pero no hay manera de retener fantasmas
lo sido duerme siempre bajo llave
y se despierta sólo para herir el día
"ya pasó, ya pasó"
y la golondrina brilla a contraluz
hermosa como el sauce de diciembre
que parece infinito en ese instante puro
en el que todo se hace imaginable

Era fácil decirla
y cobarde quererla

Ahora es imposible siquiera que sea
porque está en todas partes
deslizando su pelo hacia mí
como si yo pudiera llegar a esa altura
a ese mundo inconcluso que a ella no la asusta

¿Por qué duele el amor?
¿Por qué no cabe mi deseo en el mundo?

La noche se rompió de frío
aprieta la garganta
y el silencio está sucio

Mañana habrá que desmontar el terror
o pasado mañana
o después
Pero mientras tanto
¿Dónde se guarda esta lágrima
para regalársela intacta
antes de que ya no le sirva para nada?

domingo, 9 de junio de 2019

CCXLIV

Te presto mi pena
sólo para que te rías de mí
o para que juegues al beso
con la imagen de un santo
malvenido a duende
invisible a los necios
que esperan desengaños
para olvidar un rato que hay amores
que no se dicen
que duran vidas
y no se extinguen ni por el silencio

Te presto un beso
para que lo llores
para que tu pena no te pertenezca
porque rezarle a la tristeza
está prohibido para un pájaro
que no puede migrar solo
ni cantar sin horizonte

Te presto la vida
un rato
dejame un poco para mañana
no es tan exhuberante como tus ojos
pero le cabés varias veces
no vayas a sacarle espinas
que eso no se hace sola
como no se llora a escondidas
a menos que te quiera la noche

Pero no es el caso
La luz te recorre casi siempre
abrí los ojos
y bailá un recuerdo
como si volviera atrás el tiempo

sábado, 8 de junio de 2019

CCXLIII

Cortaron brotes de heladas de la piel rugosa
del cuerpo enmohecido que yacía en su horror,
terror del sinsentido del tiempo
de la vida insaciable que se lleva los frutos y las márgenes de los arroyos
a ninguna parte
porque al fin hay nada

Un cadáver es el fiel testimonio de que la esperanza es vana
de los ojos pálidos se infiere lo que espera
Hace falta más que la ceguera para ese momento
ver la nada no es lo mismo que no ver
y eso es lo que hay, no sólo en la muerte

Pero
queda ella
encallada en algún rincón del abdomen exhausto
Ella como refutación del descosuelo
que una vez, y con eso alcanza, fue aguacero de trinos

Sólo hace falta fatigar
y los rastros de su boca van a revivir cenizas
y la vida habrá válido algo

CCXLII

Mi padre tenía manos como árboles
y le brotaba del surco de la sonrisa una pena enquistada
fue, creo, feliz alguna vez
alejándose sobre el lomo del agua hacia su soledad preciosa

Nunca fue menos frío que su cuna encadenada

Mi padre fue un espejo del dolor del río
se escondió una noche para regar engaños
y yo lo vi agazapado desde mi cama deshecha
para descolgar de la noche un desconsuelo
con el sigilo furtivo del que no quiere ser noble
a riesgo de perderse en un amor insípido
amor que nunca supe

Siempre fue verano para mi memoria
y una vez, sólo una
atardecimos juntos en un viaje desconcertante

Lo demás fue su barba eternamente ajena
o su mirada siempre destajada
o un cuento a oscuras para actuar ternuras que no había

Lo quise una vez, no puedo mentir
pero fue hace tanto tiempo que se borró toda huella, toda memoria;
hoy cabe en una lágrima, todo él
y ni siquiera es mía

viernes, 7 de junio de 2019

CCXLI

Sé del frío ritual que cae en el otoño coloreado
y del agua indócil del sur
aniñada y escarpada hacia los hombros
regocijo infantil que trituró la madre del nómade fugitivo
y de la curva del raulí que queda intacto
tras el paso del sol en la ladera del viento

Pero desconozco el beso y la huella de una caricia más joven que el manzano
tal vez porque pasé demasiado deprisa por los brazos que ardían
o porque me escapé enseguida del tormento
que podía germinar un fruto irrepetible

Los arrayanes mueren bajo el Pinar
como el michai espinoso por el olvido
Pero a cada desconsuelo se le filtra un sueño
y si sueño es la vida
como se ha dicho
pueden caberle amores a la piel más dura
y promesas de lluvia al desértico vivir del navegante exhausto
y una boca desnuda al amanecer que espera

Posiblemente crezcan cerezas más dulces este año

miércoles, 5 de junio de 2019

CCXL

Niña siempre niña tersa y redentora
te envuelve la vida como el mar a la tarde
y los ojos te tiemblan mecidos por la pena
sobrantes destellos del principio del tiempo
mirando siempre más allá del mundo
una estampa sublime de tu propia gracia
de tu cuerpo insólito que rompe horizontes

¿Qué puede apenarte si tu estar es el cielo
y tu boca es la tregua que el silencio da al sueño?
Nunca llores sin verte reverdecer el día
ni te apenes por nadie que no quepa en un grano de arena
porque estás hecha del dibujo de todas las constelaciones
de la célula primordial del cerezo
Qué alguna vez fue sombra de mi niñez más tibia

Si te quema la espalda por la noche
no te inquietes
Son alas que te crecen por un rato
para que llegues durmiendo al inicio del beso
que te debe la vida

martes, 4 de junio de 2019

CCXXXIX

De los dolores del tiempo
elijo el olvido
la anacronía del amor abandonado
el correctivo de la vejez demorada
la gravedad de lo muerto

Pero la memoria...
la memoria es imperdonable
el padecer perpetuo de felicidades fugaces
atormentan la garganta
se lloran una y otra vez
hasta el desconsuelo

Ya no resisto el lago traslúcido
ni el pinar interminable
ni las ranas de enero

Morena destellada y dulce
nido de zorzales estridentes
luna coronada de agosto

Te extraño demasiado

lunes, 3 de junio de 2019

CCXXXVIII

Las hojas amarillas
del árbol de esta plaza
son simulacros
ni vivas ni muertas
recogidas del tiempo
ni siendo ni sidas

Y veo cuerpos mustios
órganos que se mueven
deambulan
para llegar a algo
que nunca está
que no fue ni será
que carece

¿Cómo puede un cielo
cobijar tanto espectro
y seguir azul
como el temblor de un beso?

Hay gente que no hay
y gente que se arroja al día
como si fuera cierto
que mañana habrá un mundo

Estos seres dulces
valen un silencio
y un sueño

domingo, 2 de junio de 2019

CCXXXVII

¿En cuanto tiempo maduran las penas que nacieron en un verano de guindos y ranas y frutillas? ¿Cuántos amores hay que abandonar para que el cuero se lustre y se interrumpa el espasmo de la vista exhausta?
Hubo un enero de olvidos que se llevó un arroyo hacia el origen del tiempo. Un enero insólito de padres y piel desvergonzada y fría. El muelle de madera se incrustaba en la risa y volvíamos todos a la orilla empedrada, para empezar de nuevo.
No era yo, todavía, el que nadaba en el lago hasta el atardecer. Yo vine después, cuando el enero fugaz había borrado su huella.
En ese patio viejo se quedó la risa inocente y desmedida. Se murieron padres y madres y nació la memoria, que de todo hace lágrimas.
Yo nací más tarde que mi vida, ya desarraigado de porvenires.
Y no tuve tiempo para hacer las paces con el sol tardío del sur, porfiado y desmedido como el eclipse de luna que me dejó de compañía.
Ahora sólo queda el tiempo que no hubo.
Y la distancia.
Y las nubes.
Y a veces los hijos, tan lacerantes y perdidos.

sábado, 1 de junio de 2019

CCXXXVI

El río está quieto
en la casa del dueño del silencio
duerme el niño rojo que creció desnudo
y la calle áspera como un desprecio
se viste de otoño demasiado despacio

Si te quisiera menos
o si pudiera perder el duelo con tu boca
perderlo para siempre
se vería más lejos la hondura del beso
del beso perdido
imposible

Pero
la esperanza es cruel
se clava en la vida como el olor del jazmín
persiste
duele más ausente que en la mano
y si nunca hiere del todo
es porque deja espuma en la memoria
como el mar que se retira
antes de que sea posible claudicar
rendirse

Te llamarías agosto si no fueras tan lejana
y te harías de inviernos y lloviznas
un vestido incipiente
siempre descolgado en la cintura

Te veo hasta en las grietas del deseo
allí donde no hay más que ausencia
allí donde no quedan consuelos
ni cenizas

Estás hecha de viento
y yo bailo a mi pesar cuando ocurrís
al lado de de las hojas secas