sábado, 12 de diciembre de 2015

XX

No sé qué color hay que ponerle a la sombra de una sonrisa tan estrepitosa como esa que recuerdo. Hay rostros que se cuelgan del atardecer y detienen el ciclo del día; y entre tanta pesadez hastiada es imposible no recortar con delicia el instante fugaz de una boca tan fértil.

Hay nombres propios en la pena; pero algunos la rondan desconfiados y otros simplemente la espantan. Te lo diría sin tantos rodeos, pero temo demasiado que la imprudencia me lleve a un abrazo sin escape; ni siquiera vos, con tu boca rescatada de las auroras imposibles, sabrías quedar indemne de tanta oscuridad.

Digamos entonces que hay duendes dando vueltas por la casa. Cantemos una copla permanente de secretos; el mío es trivial: un beso, una carta, un giro, una escalera. El tuyo está despojado de mí; tanto que ni yo sé muy bien cuánto de esta noche le cabe.

Juego a que soy más dulce que lo que merezco; a que sos menos luminosa que lo que quisiera.

El resumen de esta impotencia es la cobardía que me mueve las manos esta noche. Pero entendé que si pudiera correr al menos una vez detrás de lo que vale la pena, me harían demasiado daño las espinas del pasado.

Así te quiero. Tanto como para rematarme a palabras.

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