domingo, 13 de diciembre de 2015

XXIII

Cuento las horas desde el último gesto
Agachado en una esquina divisible
Recogí un resto de noche que se escapaba del adiós
No miré más por no tejer aventuras en una espalda tal vez perdida
Y me arrepiento de haber sido yo
Quien desató el nudo del olvido

Ahora la lejanía es espesa y sombría
A veces la ilumina una sonrisa cercana y asombrosamente nueva
Pero una creciente no se detiene soplando
Y una caminata mínima hacia una silla
No se borra con consuelos
Ni con palabras rotas en las manos

Hay quienes saben desmoldarse de un recuerdo
Pero a mí me está vedada esa simpleza

Desde que supe que el tiempo se traga las promesas
Ya no puedo habitar los ojos de otros sin pedir disculpas
Ni trepar a mis sueños pacíficamente

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