Hay demasiados muertos en el camino
Suplica una madre
y otras tantas se envuelven en la piel interrumpida
y de la sangre cortada hacen tinta en los ojos
y caminan
Tuve que escapar de la placidez del mártir
Qué plácida y beatificante es la pena inconmovible
y solitaria
Tuve que escaparme del espanto que se paga con fastidio
pero se olvida en una boca de subte
o en una puerta de taxi que lleva a la paz de la cama
Muertos
tantos que ni descontándoles dedos parecen menos
tantos que ni borrando sus llagas
llega uno a consolarse lo suficiente como para sentarse
y mirar
sólo mirar caminar a la historia alrededor del mundo
Hay cuerpos imposibles
Negados al luto y al destino
Son los únicos que valen una lágrima
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