viernes, 20 de septiembre de 2019

CDLXXII

Cada mañana grababa un nombre distinto en el canelo;
el viejo, forrado en su llaga, sabía de eso
y en su jardín más dulce que una libélula
era una risa portentosa entre los árboles graves

Subimos al aire, donde la barba de viejo cuelga de los raulíes,
dicen que es donde duerme el gorrión cuando llueve
y en el frío impostado del agosto tardío
se perdió la alegría como si fuera cierta

Ya no habrá cerezas más dulces que aquellas

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