sábado, 21 de septiembre de 2019

CDLXXV

Si el día se envició en su barricada
y el adiós se vistió de un mal idioma,
es la noche un dolor que sólo asoma
para hacerse huracán en retirada.

Es el filo del habla el que acobarda,
es el rostro, la voz, la risa herida,
es toda ella, sutil, triste, vencida,
una excusa en que el duelo se retarda.

Pero ¿cuánto ha de ser el desatino
de callar la feroz ley del deseo?
¿Quién decide el final del devaneo

sin dejar sangre seca en el camino?
El final es feroz, no hay ya recreos
que den tregua al desprecio clandestino.

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