Era gentil
sutil en el mirar oblicuo
y dulce en la voz
líquida a veces
caudalosa y suave
Conoció el placer
del olor a tierra húmeda
de las mujeres dichosas
hechas de harina
y azúcar negra
Pero en el fragor
en la lucha rauda
contra la desgracia
se deshizo
como el hueco en la orilla del mar
con la marea
Murió tan triste
que no hubo mañana
sólo su cuerpo
bañado en lágrimas
sobre la mesa
Murió de espera
de río ajeno
y no llegó
ni el amor
ni el motivo
ni la risa
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