Hay algo que, creo, no se termina de entender de este lado de la
tranquera, porque del otro lo entienden siempre; y algo que no se
termina de aprender, con lo que pasa lo mismo. Discutimos, sentimos y
vivimos demasiadas cosas con las categorías del enemigo, la mayoría
de las veces; es lo que nos sale y después revisamos, racionalizamos
y nos convencemos de que no, pero el impulso primario es regalar el
sentido y eso debe tener mucho que ver con que lo que llamamos la
“batalla cultural” sea como una zanahoria atada en un palo, a la
que siempre corremos de atrás.
Cuando conocí el resultado de las elecciones me pasó lo que a la
gran mayoría de lxs compañerxs, lo reconozcan o no: me decepcioné.
Al día siguiente estaba un poco más contento y con el paso de los
días me fui convenciendo de que tenía que estar muy feliz; pero
tuve que hablarme, explicarme, darme razones.
Ayer, en una reunión con compañerxs, en la que no hablé, estuve
todo el tiempo pensando en otra cosa (les pido disculpas por este
medio a todxs lxs que estaban allí). En 2015, Maurizio perdió
(perdió) en primera vuelta; ganó un ballotage por dos puntos y
saltaban, bailaban, gritaban por las ventanas, lloraban; nosotrxs
ganamos por ocho puntos en primera vuelta (dando esos números como
los reales) y no a Macri: a Clarín, a la Embajada de EEUU, al FMI, a
casi todo el conglomerado de derecha opositor, a La Nación, a
decenas y decenas de medios de comunicación y mil cosas más,
“representadas” en Maurizio. Pero nos dicen ellos que a Macri le
fue fenómeno y les creemos, un poco les creemos. No importa la
multitud que fue al búnker (sí importa, pero no en el sentido que
trato de marcar), sino la semana entera de debate acerca de la
“fuerza de la derecha”, o de la “derechización de la
sociedad”... compañerxs; ¡Mucho más que el 50% de la gente le
dio una patada en el orto a la derecha! Y del 40% que no, yo diría
que hay una parte que “aparentemente” no lo hizo, porque votó
por odio a la Yegua, más que al peronismo “en general”.
Todo esto es lo que digo que no se entiende: el peronismo no pelea
contra tal o cual partido, contra tal o cual tipo; el peronismo pelea
contra ciento ochenta años de construcción ideológica constante,
goteada sin pausa alguna y con todas las herramientas en manos de la
oligarquía.
¡Y le gana a eso!
Creo que es fundamental entenderlo de una vez, porque si no, se actúa
en consecuencia de lo que no pasó, de lo que no pasa, de lo que no
es. Perón no inventó al peronismo, el peronismo inventó a Perón;
y lo hizo porque catalizó en la figura colosal del Capitán, luego
General, su incorporación al ser. Perón supo reconocer une Sujetx
Políticx posible allí donde había nada; y esx Sujetx Posible se
vio por primera vez como tal en los brazos abiertos de Perón. La
misión del peronismo no es tapar los agujeros que dejan los
conservadores, sino crear Sujetxs Políticxs allí donde no los hay,
hacer “álguienes” allí donde hay “nadies”. Sé lo que me
van a tirar por la cabeza, pero que venga (qué va'ser): fue lo que
obligatoriamente había que hacer entre 2011 y 2015 y simplemente no
se hizo, como si un 55% fuera una tarjeta de crédito Gold sin límite
de compra. “Les ganamos”, dijimos; pero nunca entendimos a quién,
ni lo que era capaz de hacer en su retirada. La derecha siempre
(SIEMPRE) sabe a quién le gana, cuando nos gana; y no descansa en
numeritos: baja al barro, se junta con quien sea, voluntariamente o
no, hace calle y, sobre todo, convence; y convence parada sobre todo
aquello que nosotrxs les dejamos en pie de todo el relato fantasioso
que construyeron alrededor de la historia del país y que nosotrxs
nos comemos con fritas. Párese cualquiera en cualquier esquina de la
ciudad (de cualquiera) y pregunte quién fue Aristóteles y quién
fue Mariátegui, o quién es Dussel, o quiénes fueron Kusch, Cooke
(y agregue a le que quiera). Pregunte, ya que está, quién fue
Sarmiento y quiénes fueron Artigas, Ugarte, el Chacho Peñaloza, o
López Jordán, o Juana Azurduy, o Solano López, o etcéteras
varixs. Si no quiere preguntar, rastree en Paka Paka, si es que se
puede, el capítulo sobre Facundo Quiroga, en el que aparece como un
enfermo que lo único que sabe hacer es tirar tiros, un idiota, un
forajido (reitero: en Paka Paka, “nuestro” programa, no el del
enemigo). Pregunte por la “Campaña del desierto” y va a escuchar
como respuesta “genocidio”, “masacre”, “barbaridad”
(todas verdades); pero pregunte por la Guerra de la Triple Alianza o
la campaña mitrista hacia el norte del país y, ya que está, del
rol de Sarmiento en ese proceso, a ver si escucha términos
parecidos, a pesar de que fue un genocidio de un tipo de aquellos en
los que lo cuantitativo, se vuelve cualitativo, el segundo peor
después de la conquista por parte de Castilla.
¿Qué hacemos concretamente con esas cosas, cuando nos toca
gobernar? Ponemos cuadros, hacemos estatuas, los nombramos en
discursos. Todo eso está bien; ¿y en las escuelas, los colegios,
las universidades? Péguese algunx una vuelta por Derecho o
Económicas, si puede. “Les ganamos”, pero con el 55% decimos que
la participación en las ganancias de las empresas la discutan
empresa por empresa o que lxs empleadxs del subte se inventan las
tendinitis o lxs docentes tienen demasiadas licencias. Nosotrxs, no
ellxs, decimos eso, ¿eh? O creamos una Universidad de Derechos
Humanos y se la regalamos a la oligarquía sólo porque “no me la
dieron a mí” (justamente una Universidad en la que, además de
hablar de Platón y de Hobbes – por qué no hacerlo, fueron
geniales –, al menos algunxs hablaban de Mariátegui, de Cooke, de
Dussel, de Artigas... no sé si me hago entender). Si se quiere ver
desde otra perspectiva, o desde el otro lado, se la regalamos a la
oligarquía sólo porque no queremos “dársela a ellxs”, aunque
esa sea la única forma, nos guste o no nos guste, de que la
Universidad subsista y sea del y para el pueblo.
No entendemos y no aprendemos con la velocidad que se requiere; ¿a
qué? A ca-pi-ta-li-zar. Que quede claro que me incluyo en todo y que
no digo que todxs sean como yo; hay quienes sí tratan de hacer otra
cosa, pero son lxs menxs y lxs más lúcidos, a algunxs de lxs cuales
se lxs desprecia bastante, dicho sea de paso. Y capitalizar significa
aprender algo que, por increíble que parezca, la derecha más
conservadora y recalcitrante sabe de memoria: el trunfo es de clase,
no de grupos. Hasta en eso la derecha es más marxista que la
izquierda, sólo por chicanear un poco.
Entonces: Ganamos. La pregunta es, ¿quiénes ganamos? La respuesta
es banal, pueril y hasta cursi: TODXS. Ahora hay que salir a
construirnos como Sujetx colectivx, exigiéndole a nuestra dirigencia
que esté a la altura de las circunstancias. Inventemos el
albertismo, ya que no supimos inventar en nestorismo, o el
cristinismo; o mejor: volvamos a inventar el peronismo, pero el de
veras, no el de copyright.
Pero ganamos, ¿se entiende? GA-NA-MOS. Y por afano. La felicidad no
muerde.
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