miércoles, 6 de noviembre de 2019

DLX

Hay algo que, creo, no se termina de entender de este lado de la tranquera, porque del otro lo entienden siempre; y algo que no se termina de aprender, con lo que pasa lo mismo. Discutimos, sentimos y vivimos demasiadas cosas con las categorías del enemigo, la mayoría de las veces; es lo que nos sale y después revisamos, racionalizamos y nos convencemos de que no, pero el impulso primario es regalar el sentido y eso debe tener mucho que ver con que lo que llamamos la “batalla cultural” sea como una zanahoria atada en un palo, a la que siempre corremos de atrás.
Cuando conocí el resultado de las elecciones me pasó lo que a la gran mayoría de lxs compañerxs, lo reconozcan o no: me decepcioné. Al día siguiente estaba un poco más contento y con el paso de los días me fui convenciendo de que tenía que estar muy feliz; pero tuve que hablarme, explicarme, darme razones.
Ayer, en una reunión con compañerxs, en la que no hablé, estuve todo el tiempo pensando en otra cosa (les pido disculpas por este medio a todxs lxs que estaban allí). En 2015, Maurizio perdió (perdió) en primera vuelta; ganó un ballotage por dos puntos y saltaban, bailaban, gritaban por las ventanas, lloraban; nosotrxs ganamos por ocho puntos en primera vuelta (dando esos números como los reales) y no a Macri: a Clarín, a la Embajada de EEUU, al FMI, a casi todo el conglomerado de derecha opositor, a La Nación, a decenas y decenas de medios de comunicación y mil cosas más, “representadas” en Maurizio. Pero nos dicen ellos que a Macri le fue fenómeno y les creemos, un poco les creemos. No importa la multitud que fue al búnker (sí importa, pero no en el sentido que trato de marcar), sino la semana entera de debate acerca de la “fuerza de la derecha”, o de la “derechización de la sociedad”... compañerxs; ¡Mucho más que el 50% de la gente le dio una patada en el orto a la derecha! Y del 40% que no, yo diría que hay una parte que “aparentemente” no lo hizo, porque votó por odio a la Yegua, más que al peronismo “en general”.
Todo esto es lo que digo que no se entiende: el peronismo no pelea contra tal o cual partido, contra tal o cual tipo; el peronismo pelea contra ciento ochenta años de construcción ideológica constante, goteada sin pausa alguna y con todas las herramientas en manos de la oligarquía.
¡Y le gana a eso!
Creo que es fundamental entenderlo de una vez, porque si no, se actúa en consecuencia de lo que no pasó, de lo que no pasa, de lo que no es. Perón no inventó al peronismo, el peronismo inventó a Perón; y lo hizo porque catalizó en la figura colosal del Capitán, luego General, su incorporación al ser. Perón supo reconocer une Sujetx Políticx posible allí donde había nada; y esx Sujetx Posible se vio por primera vez como tal en los brazos abiertos de Perón. La misión del peronismo no es tapar los agujeros que dejan los conservadores, sino crear Sujetxs Políticxs allí donde no los hay, hacer “álguienes” allí donde hay “nadies”. Sé lo que me van a tirar por la cabeza, pero que venga (qué va'ser): fue lo que obligatoriamente había que hacer entre 2011 y 2015 y simplemente no se hizo, como si un 55% fuera una tarjeta de crédito Gold sin límite de compra. “Les ganamos”, dijimos; pero nunca entendimos a quién, ni lo que era capaz de hacer en su retirada. La derecha siempre (SIEMPRE) sabe a quién le gana, cuando nos gana; y no descansa en numeritos: baja al barro, se junta con quien sea, voluntariamente o no, hace calle y, sobre todo, convence; y convence parada sobre todo aquello que nosotrxs les dejamos en pie de todo el relato fantasioso que construyeron alrededor de la historia del país y que nosotrxs nos comemos con fritas. Párese cualquiera en cualquier esquina de la ciudad (de cualquiera) y pregunte quién fue Aristóteles y quién fue Mariátegui, o quién es Dussel, o quiénes fueron Kusch, Cooke (y agregue a le que quiera). Pregunte, ya que está, quién fue Sarmiento y quiénes fueron Artigas, Ugarte, el Chacho Peñaloza, o López Jordán, o Juana Azurduy, o Solano López, o etcéteras varixs. Si no quiere preguntar, rastree en Paka Paka, si es que se puede, el capítulo sobre Facundo Quiroga, en el que aparece como un enfermo que lo único que sabe hacer es tirar tiros, un idiota, un forajido (reitero: en Paka Paka, “nuestro” programa, no el del enemigo). Pregunte por la “Campaña del desierto” y va a escuchar como respuesta “genocidio”, “masacre”, “barbaridad” (todas verdades); pero pregunte por la Guerra de la Triple Alianza o la campaña mitrista hacia el norte del país y, ya que está, del rol de Sarmiento en ese proceso, a ver si escucha términos parecidos, a pesar de que fue un genocidio de un tipo de aquellos en los que lo cuantitativo, se vuelve cualitativo, el segundo peor después de la conquista por parte de Castilla.
¿Qué hacemos concretamente con esas cosas, cuando nos toca gobernar? Ponemos cuadros, hacemos estatuas, los nombramos en discursos. Todo eso está bien; ¿y en las escuelas, los colegios, las universidades? Péguese algunx una vuelta por Derecho o Económicas, si puede. “Les ganamos”, pero con el 55% decimos que la participación en las ganancias de las empresas la discutan empresa por empresa o que lxs empleadxs del subte se inventan las tendinitis o lxs docentes tienen demasiadas licencias. Nosotrxs, no ellxs, decimos eso, ¿eh? O creamos una Universidad de Derechos Humanos y se la regalamos a la oligarquía sólo porque “no me la dieron a mí” (justamente una Universidad en la que, además de hablar de Platón y de Hobbes – por qué no hacerlo, fueron geniales –, al menos algunxs hablaban de Mariátegui, de Cooke, de Dussel, de Artigas... no sé si me hago entender). Si se quiere ver desde otra perspectiva, o desde el otro lado, se la regalamos a la oligarquía sólo porque no queremos “dársela a ellxs”, aunque esa sea la única forma, nos guste o no nos guste, de que la Universidad subsista y sea del y para el pueblo.
No entendemos y no aprendemos con la velocidad que se requiere; ¿a qué? A ca-pi-ta-li-zar. Que quede claro que me incluyo en todo y que no digo que todxs sean como yo; hay quienes sí tratan de hacer otra cosa, pero son lxs menxs y lxs más lúcidos, a algunxs de lxs cuales se lxs desprecia bastante, dicho sea de paso. Y capitalizar significa aprender algo que, por increíble que parezca, la derecha más conservadora y recalcitrante sabe de memoria: el trunfo es de clase, no de grupos. Hasta en eso la derecha es más marxista que la izquierda, sólo por chicanear un poco.
Entonces: Ganamos. La pregunta es, ¿quiénes ganamos? La respuesta es banal, pueril y hasta cursi: TODXS. Ahora hay que salir a construirnos como Sujetx colectivx, exigiéndole a nuestra dirigencia que esté a la altura de las circunstancias. Inventemos el albertismo, ya que no supimos inventar en nestorismo, o el cristinismo; o mejor: volvamos a inventar el peronismo, pero el de veras, no el de copyright.
Pero ganamos, ¿se entiende? GA-NA-MOS. Y por afano. La felicidad no muerde.

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