domingo, 17 de noviembre de 2019

DLXXX

Como el escombro de una piel truncada,
en arrabales de un amor crujiente,
manó del pecho la sangre indigente
y en lecho de asma ardió la madrugada.

Ya no fue furtivo el desdoro infame
cuando se hizo verbo el dolor de astro,
la paz anémica deja su rastro
sin dejar con vida espanto que clame.

Pero ha de sufrir quien dice su nombre
porque suelta al viento su aroma crudo,
quien se dice suyo andará desnudo

hasta que se sepa su ruego de hombre.
No hay más escondite que el beso ajeno
cuando pare un alma su propio trueno.

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