Si
amar es posible y querer es acertado, el tiempo que transcurre entre
el nacimiento y la muerte es un intervalo trágico entre magmas
impensables.
La
palabra “tragedia” ha perdido, hoy, sus connotaciones profundas;
no pretendo usarla en un sentido negativo, sino más bien
conceptualmente, como aquel estado del alma en que esta se ve forzada
a decidir entre alternativas que, necesariamente, acarrearán alguna
clase de mal y alguna clase de bien. Lo trágico es, precisamente, lo
que hace de le ser humano une ser jurídicx y, con ello, simbólicx;
y el amor es el éxtasis de la tragedia, que sólo morigera su
tiniebla en el hospedaje del querer, menos trágico que dramático,
en tanto ganancias o pérdidas son absolutas, pero menos
trascendentes y, sobre todo, recuperables. Basta leer a Esquilo y a
Eurípides para notar la diferencia (Eurípides es el último de los
grandes trágicos y ya se nota en él la trancisión de la tragedia
al drama, ya casi completa en Ion).
Lo
trágico se anuda con lo jurídico – simbólico en el sentido de
que es la puesta en acto de la vivencia de la diferencia como
antagonismo constitutivo de le ser humanx: tener es renunciar a lo
deseado, que se vuelve secundario en el acto mismo de la elección,
que es la que define, no ya lo deseado en general, sino lo “más”
deseado; por esa razón la tragedia implica la duda hirviente,
terrible: ¿Y si lo “más” deseado era lo que se decidió dejar
atrás?
Es
imposible amar sin sufrir, porque el amor es la diferencia absoluta
entre une ser y todo lo demás, perder el amor es probablemente lo
más doloroso que pueda suceder, pero no perderlo por decisión
ajena, sino por ausencia propia; ¿cómo sabe unx que dejó de amar?
He ahí la tragedia: se decide partir y eso sólo es posible
agonizando, tal como reprochaba el Coro a Agamenón, no el haber
matado a su hija, sino el haberlo hecho sin dudar, sin derramar mares
de lágrimas, inseguro y desnudo.
¿Es
posible amar hasta ese extremo? Temo que sí y, peor, temo que lo es
para mí. El problema es darse cuenta de que eso se termina, o mas
bien, darse cuenta de si eso se ha terminado o no y tener que tomar
una decisión antes de conocer la respuesta. En el drama, alguien
gana y alguien pierde, pero contingentemente; en la tragedia, se gana
y se pierde, pero lo ganado puede perderse y lo perdido ya no podrá
recuperarse.
Digo
el nombre
en
voz alta en el espejo
en
la casa en la esquina
digo
el nombre que subsiste
hasta
que
el nombre se desvanece
tarde
o temprano
el
nombre es un sonido
uno
entre tantos
o
el único
y
si es así
si
el nombre es lo que queda
como
único sonido
todo
se perdió
de
una vez
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