domingo, 10 de noviembre de 2019

DLXVII

Nadie, excepto yo, vio al aguacil al filo del beso,
nadie se vistió de rocío para besar la tierra añeja
porque nunca, en ningún sitio, hubo una espalda así
tan frágil, tan pequeña y escarpada
que bailara el sol en el arrabal de la lágrima

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