Adherida al tronco seco de algarrobo
distante ya del hombre y el frío
engarza el junco en el junco
y otra vez y otra
En la brasa arde el trigo
y la niña desvestida dibuja la tierra
con un palo maduro y dócil
un arroyo con chispas de almendro
que baja a minutos del tunar
Va y viene la garza inabarcable
en el estero fértil
la vieja de ojos de volcán
deja los juncos en la madera
y se para en el vértice del arroyo
donde el agua tiñe
Guarda el arenal un secreto de brisa
y el cabello blanco se ilumina
debajo del quebrachal silencioso
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