sábado, 26 de octubre de 2019

DXLII

La espalda inmarcesible al sol de abril
los pies lamiendo el lago turquesa y manso
y la cantata del agua que llega y se retira
al compás del viento sinfónico e impúdico

Fui un niño de agua clara como los ojos de mi padre
y ojos claros como la hoja de la albahaca
fui la mansedumbre del retiro
y la cólera furibunda del silencio punzante
que se mecía absorto en la ladera del ojo
y en el salto esporádico de la trucha

¿Por qué crece la vida como una usurpación
del romance inagotable con el instante?
Madera que aromatizaba caminatas
saltamontes intrépidos en los hombros alegres
y ulular de ranas al filo de la noche

El amor se escarmienta con un alud de lágrimas
las mismas que entonces
pero secas y demandantes de tiempos que no son
y tal vez no fueron nunca

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