jueves, 3 de octubre de 2019

CDXCVI

Nunca tuvo la muerte tal prestancia,
nunca la vida fue menos dichosa,
no hubo en sus labios sed más espantosa
ni se impregnó en la peste su fragancia.

Él, despojado y seco de dulzura
habló de mundos lánguidos, impares,
hizo de adioses negros sus cantares
y cerró el cerco para la ternura.

Fiel colibrí, paloma desahuciada,
grávido aroma de jazmín herido,
¿cómo se curan tus risas robadas

sin que perezca al tiempo la caricia?
Has de sufrir por trinos escondidos,
sin conocer la flor en su primicia.

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