Es
la silueta bárbara del muerto invisible
la
que le corroe la espalda
le
ahoga la voz como si el muerto fuera
y
busca en agonía la palabra única
que
no puede decirse sin penitencia
o
sin extravío en la miseria
Ella
lanza
como cuchillos sus plegarias sus ruegos
hijo
querido mi amor tesoro te amo
pero
le habla a otro
que
quedó enredado entre cabos de cerezas
y
que no distingue la sal del azúcar
porque
ella
huérfana
madre exiliada humillada herida
dejó
su dulzor a mano del verdugo
que
no puede existir en el Yo al que le habla
ni
como olvido
Sabré
que
me quiso me quiere me ama
pero
es insuficiente
la
flor del cactus fue un regalo a nadie
y
las espinas hacen que cualquier abrazo
sea
una quimera
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