miércoles, 19 de junio de 2019

CCLXI

En la estela del barco dejó el sueño
no lo sabía entonces, orfebre y guerrero transido y mustio
le creció el olvido en los hombros
el día en que me alzó para cruzar un atardecer
que sería el último en mi memoria esquiva

Lo que supe después fue imperfecto
me lo contaron corazones heridos o marchitos
y las huellas en el cuerpo se arrebatan fácilmente
porque los muertos no saben defenderse

En sus manos de plata conocí el abrazo por primera vez
y me curó la fiebre del diablo blanco
la del desmayo insólito y musical del acto inicial de mis futuros posibles
pero fue inclemente consigo
persiguiendo el fantasma de la tierra irreversible
y velando en su dialecto crudo la esperanza
como quien muere en cuotas
y agoniza desterrado por la patria extraviada

Una vez, y en secreto,
me contó la historia de una tregua plácida
y yo estaba en ella como actor de la suerte
fue su herencia posible
y mi resguardo indestructible

Mi abuelo murió de lejanía
es falsa la verdad de las viudas y los crueles
nadie enferma en su idioma
ni muere en su casa

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