En casa queda el hueco
del niño en el pecho verde
y la sonrisa ingrávida
lustrando la tarde de agosto
Hoy esos dedos inválidos
invaden los días sin anunciarse
son hebras sin tiznes
que de vez en cuando
asotanadas y feroces
hacen que la noche llore
y el Río se aquiete
Perdido en su cueva pequeña
disimula ternuras infinitas
rasca el fondo del grito
pero encuentra ecos de besos
que sabe propios
como amores intactos y curtidos
ante su afán de fiera que fracasa
No está
el piano reposa y la casa espera
y su ángel invisible se esconde
para quererlo a pesar de él,
de ellos,
y la noche avanza más despacio
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