domingo, 30 de junio de 2019

CCLXXX

Vuelvo al rincón del lago que me ardió de frío en enero
más quieto que entonces
el viejo del idioma colonial mostraba el manantial pedregoso
con la pericia del arquitecto de cuentos
que tarde o temprano desaparece en su escondite
y muere en secreto para avivar el olvido

Pero ya no hay muelle, ni manantial, ni dientes
queda sólo el viento escuálido del mirador distante
y un barco invertido que navega nubes
y la casa inmensa del último beso

Finalmente el niño se reduce a un salto
mi niño, tal vez yo, en la cima de una piedra pálida
pasó tanto tiempo que ya no hay pruebas
de haber sido feliz en el verano turbio
que probó que el amor es pura desventura
que querer no sirve
y amar es condenarse a la cárcel de la soledad infinita
porque al fin hay nadie
y el niño se muere cada mañana

Yo sé que a mi mano le sobran los dedos
¿para qué tenerlos si la espalda que importa está prohibida?
es esa la herencia que deja el silencio
un padre se muere de indiferencia
y una madre de incompetencia
y lo que resta escribe para no morirse
esperando un labio que valga la vida

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