domingo, 16 de junio de 2019

CCLIII

Mi abuela nació un invierno extraño
Yo tenía apenas dieciséis años entonces
y ella llegó para descobijarme del todo

El pasado la hirió en los ojos
miraba siempre a través de todo
su tierra de horrores y alimañas de mar
mientras descontaba años al regreso
que nunca sería

Yo quedaba trunco en su espalda de siestas
esperando que nunca se escapara de mí
pero los desamores son fugaces a veces
y sé que en sus destellos de alegría
yo contaba en algo

Así fue hasta que decidió nacer esa noche
ya muerta y resoplando en la almohada
nació como memoria y siempre fue eso
antes era un pájaro estampado en la cocina
y las alas le cabían apenas cuando cantaba

Supe ser más chico, confieso,
cuando la adivinaba grácil de madrugada
y me arrullaba en llantos para otros
que me desquerían demasiado

Ella sin embargo se curaba la memoria en mí
y yo no sabía (era demasiado pequeño)
que cuando al fin naciera ya sería tarde
para darle el gusto de amarla en contrapunto
tal vez por eso
tuvieron que pasar siglos para que la llorara

Sólo diré de mí que no tuve clemencia
el perdón es un don que se adquiere de golpe
siempre cuando ya no sirve
pero ella estaba exhausta de su dulzura
y me dejó una vida que ya no me servía

En su defensa puede decirse que yo ya estaba roto
desde el día en que el cerezo del sur me dio mi pena
si no sangré más tiempo fue gracias a su boca
y a su mar irreversible para mi bien
y a su salsa irrepetible de crema y lágrimas

Hoy la extraño de a golpes
y me acuerdo de ella cuando tiemblo de amor
por quien supe destratar y abandonar una tarde
esa que aun me cala la tristeza cuando quiere
sólo existiendo lejos

El amor se murió cuando nació mi abuela
eso parecía un hecho
pero hoy desconfío de mis refugios
y por algo la resucito en brazos nuevos
como si el tiempo pudiera devolver lo robado

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