lunes, 24 de junio de 2019

CCLXXIII

Si el almendro del viaje interminable se compusiera de pronto y repitiera la sombra que acariciaba el sueño, ¿dirías que sí?
¿Dirías que sí, acaso, si volviera a treparme al pino del sur con los ojos clavados en el agua verde de los veranos sin mañana?
¿Acaso aceptarias si pudiera esconderte en mi pena y abrigar la fruta de tus ojos de la luz desteñida de los días que sangran?
¿Y si fuera posible que me desenredara de la hiedra que desenvenena el cráter de los amores insaciables?
Si no fuera yo, si no estuviera, si por algún destello de la suerte me creciera algo bello más allá del recuerdo ineficaz de la niñez arremetida, ¿dirías que sí?
Y si dijeras que no, que siempre no, que nunca, que los muertos no abrazan golondrinas y las lágrimas de Dios no se mezclan con los hijos del miedo, ¿habría un lugar en la memoria para mí, un hueco en el silencio de la noche serena?

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