sábado, 8 de junio de 2019

CCXLIII

Cortaron brotes de heladas de la piel rugosa
del cuerpo enmohecido que yacía en su horror,
terror del sinsentido del tiempo
de la vida insaciable que se lleva los frutos y las márgenes de los arroyos
a ninguna parte
porque al fin hay nada

Un cadáver es el fiel testimonio de que la esperanza es vana
de los ojos pálidos se infiere lo que espera
Hace falta más que la ceguera para ese momento
ver la nada no es lo mismo que no ver
y eso es lo que hay, no sólo en la muerte

Pero
queda ella
encallada en algún rincón del abdomen exhausto
Ella como refutación del descosuelo
que una vez, y con eso alcanza, fue aguacero de trinos

Sólo hace falta fatigar
y los rastros de su boca van a revivir cenizas
y la vida habrá válido algo

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