viernes, 21 de junio de 2019

CCLXV

Hay, para estar solo, que saber sufrirse. Mirar sobre la mesa la miseria de ser sin haber sido y hacer como si nada, o dejar de lado la certidumbre de que el futuro es una idea descompuesta, que nace podrida y se disimula embolsada en esperanzas, siempre inútiles.
Y es que nada ocurre. Nada sucede. Uno es sucedido por la sombra de lo que anhela y al final, cuando ya no hay remedio, el anhelo se enferma y sólo queda la sombra. Lo que es tierno no es propio y lo que es propio es oscuro. Para eso sirve la desgracia de la luz: que se note que acaba.
Y en el borde exacto vive mi deseo. Ser algo o nada es sólo cuestión de doblar el cuello.
Pero el algo es del tamaño del amor y cuanto mayor se revela más atormenta.
La disyuntiva no es ser o no ser, sino ser sido o ser siendo. La muerte no cuenta; y ser siendo es triste, porque la brisa de las gotas de Dios son abismales y rastreras: no van a detenerse jamás.
Hay, para estar solo, en definitiva, que saberse infértil.
No cualquiera puede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario