Sé del frío ritual que cae en el otoño coloreado
y del agua indócil del sur
aniñada y escarpada hacia los hombros
regocijo infantil que trituró la madre del nómade fugitivo
y de la curva del raulí que queda intacto
tras el paso del sol en la ladera del viento
Pero desconozco el beso y la huella de una caricia más joven que el manzano
tal vez porque pasé demasiado deprisa por los brazos que ardían
o porque me escapé enseguida del tormento
que podía germinar un fruto irrepetible
Los arrayanes mueren bajo el Pinar
como el michai espinoso por el olvido
Pero a cada desconsuelo se le filtra un sueño
y si sueño es la vida
como se ha dicho
pueden caberle amores a la piel más dura
y promesas de lluvia al desértico vivir del navegante exhausto
y una boca desnuda al amanecer que espera
Posiblemente crezcan cerezas más dulces este año
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