viernes, 12 de julio de 2019

CCCX

Vi la rueca en que se tejieron mis ojos
los de ver la vereda que llevaba a la ligustrina
estaba rigurosamente resguardada de las defecciones
que puntualmente cometía la profetisa de todos los males
esa que abdicó de mí como primera prueba de valor

Pero la rueca escondida en el fondo de la guarida
me bordaba de celeste la mirada hueca
y heredé de una extranjera la impudicia de la mirada franca
que olvidé años después cuando fue necesario torvar la cara
para esconder el terror y el desprecio

Los años más ingratos carecieron de pena
fue más bien el desinterés por la caricia
lo que hizo de las madrugadas refugios solitarios
hubiese podido amar sin tanto desamparo
pero era más seguro olvidar el placer para no desear tanto

El amor no llegó nunca
no al menos en carroza de flores y guirnaldas
siempre fue más bien epidérmico y fugaz
y así aprendí que sólo el cuerpo ama de veras
los nombres son sólo excusas
clasifican el tiempo para que algo perdure
y mueren en la ausencia si el estómago no los reclama

Planeo morir en invierno
porque el frío suele interpelar la distancia
y es más bello despedirse de alguien con un abrazo

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