Miniatura de ángel
demasida en sí misma
robada al sendero del roble
que llevaba al manantial secreto
Era una impotencia
desde el inicio del verbo
nunca dicho por suerte
abismal y virtuosa libélula
de voz de caramelo
Advino sin sentido
sólo para espiar la cueva
arropar los silencios
y lavar el patíbulo
del conejo aterrorizado
Y se fue igual de mansa
reída por un sol de julio
a cultivar veranos
en el fondo del día
Habrá que extrañarla
desmentirla en los sueños
despeinarla de a poco
del tormento repentino
y de la piel despistada
Los amores no existen
más que para pasar un día
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