viernes, 19 de julio de 2019

CCCXXXI

- Vos tenés dos problemas - dijo ella - El primero es que no entendés que si no dejás que me vaya, nunca vas a verme volver; el segundo, mucho más grave - siguió, pero en el límite exacto del grito -, es que no entendés que nunca, date cuenta, nunca, la que vuelve y la que se fue van a ser la misma.
- Estás equivocada - Contestó él, conteniendo el tono de voz todo lo que podía - es que nunca, y date cuenta vos, nunca, entiendo nada de lo que decís y, lo que es mucho más grave, nada de lo que hacés.
Ella casi contestó, pero paró en seco. Lo estaba mirando con ira; se dio cuenta y se quedó pasmada, casi como si se sintiera culpable. Se sintió culpable, al fin. Se le ablandaron los hombros y la mirada. Ahora lo veía como era y se veía como quería. Bajó la voz. Se sentó. Creía que Iba a llorar. Lloró, al fin. Él se sentó enfrente, pero de costado.
- ¿Vos realmente creés que me voy? - Dijo ella.
Él no dijo nada. Ella, serena como un maizal en un atardecer de verano, hizo un último intento.
- Te lo digo de otra manera - Empezó a decir - Empiezo por el final. Que no entiendas lo que hago es lógico; yo tampoco entiendo lo que hacés, casi nunca. Lo que hacemos es incomprensible. Así que lo grave no es eso. Tampoco es grave que no entiendas lo que digo; a mí me pasa igual, no entiendo lo que digo y menos que menos lo que decís vos, cuando hablás, que es casi nunca. Ponés los problemas en cajas y no los ves más, o no los podés conectar. "Lo que decís", "lo que hacés"; ¿Qué diferencia hay? ¿Qué problema hay con eso? Lo otro, mi amor; el problema es lo otro. Vos esperás que yo sea igual, ¿entendés? Y yo sé que vos no vas a ser igual nunca. Eso no se puede. La única forma que tengo de quedarme es yéndome y volviendo. Vos creés que es fácil para mí darme cuenta de que todos los días amanezco con un tipo distinto; y no, no es fácil, es una tortura, a veces. Pero el día que seas el mismo, el día que te reconozca del todo, ese día ya no me vas a gustar más. Lo único que te pido es lo que te doy: que sufras un poco para mí. Ahora, por ejemplo, no sé quién sos. Voy a pasar el resto del día tratando de darme cuenta, al pedo, porque mañana voy a tener que empezar de cero, otra vez. Pero eso es lo que hace que seas tan interesante; ¿cómo podés querer estar con alguien que no es capaz de no ser lo que es, de no ser lo que querías, que no es capaz de hacerte ese regalo? ¿Eso lo entendés? No soy para vos. No soy esta. Ya está, me fui. Y me voy a volver a ir una vez y otra vez y otra vez. Si no estás dispuesto a salir a buscarme todo el tiempo, entonces no te quiero. Y si estás dispuesto, cuando me busques, buscá a la que no se fue. Y si me llegaras a encontrar igual; igual a mí, quiero decir, entonces dejame ahí, porque ya no voy a valer la pena. Yo vuelvo porque quiero. Y quiero querer volver; pero para eso me tengo que ir. El día que me aburra, ya no me voy a ir más y la vida va a ser una mierda tan grande que te vas a ir vos. Pero vos no vas a volver a buscarme. Y me da mucha pena tener esa certeza; por eso te pido que lo pienses. Sólo pensalo, ¿puede ser? Y mañana le decís a la que encuentres en la cama que la querés como a mí, o más; y listo. No es tan difícil.

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