Vuelta de espaldas en la flor precipitada
como un continente de lágrimas amargas
olor a mandarina y a menta salvaje
se fuga la sirena a su universo triste
Una brizna de rocío
sutil como el suspiro de una mosca
cae desde el cuello efervescente
y recorre la espina dibujando un surco
indeleble y profundo como un océano
que dice un nombre otro y doliente
Llueve el pelo negro en su revés
se adivina en los hombros la cruz del pecho desnudo
fingida procesión de los ecos del abrazo
que duran en la aurora alucinada
para morir en llanto y disolverse
Ya no quiero esta piel
está quebrada y pálida de porfiar en ella
que ahora es la ceniza de un quebranto
y sólo corta el aire para ahogar la tarde
más bella que la nieve
más triste que la infancia
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