De la leche pringosa de la higuera
y del tinte indeleble de la mora
se hizo el beso encendido de la aurora
y nació el labio en flor que desespera
El nogal floreció en su piel primera
tersa seda inclemente, ensoñadora
y el ciruelo endulzó su voz cantora
bajo el sol de una eterna primavera
Mas sólo por llegar dejó mi boca
sin espanto ni adiós volvió a sus ojos
como zarza que hiere a quien la toca
Ya no me queda más que ese despojo
y alguna flor de almendro, siempre poca,
incapaz de quitarme sus abrojos
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