sábado, 17 de agosto de 2019

CCCXCI

Ella sabe
suave y leve como pluma de torcaza en la ventana
fértil trazo efervescente de lo que debería ser
amor despojado de mí como tajo de carne arrancada
que su beso es la nota extraviada de mi sinfonía

Ella vuelve
dibujada por otros arropada en mi mano
siempre dolorosa en el escorial del llanto
que sella de abismos la vida dislocada
amada hasta el tormento
luciendo su vestido de sonatas volantes

Ella, dueña de cada amanecer
¿cómo escondo de mí su piel fosforescente
deseada en todo idioma y dialecto posibles?
herida en el abdomen de cada centímetro del mundo
como estela de un astro perdida en los dedos
humedad dislocada en el desierto agónico de la soledad

Ella
Ella sabe y ríe y se ríe
¿qué le importa que llore y me estreche en penas?
¿cómo abandonarla si tiene sentido
hacerla lastre puro del día perforado
y vivirla en las entrañas como si fuera posible?

Ella se duerme
en la serenidad del beso
que a mí me desvela y me enloquece.

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