Ella sabe
suave y leve como pluma de torcaza
en la ventana
fértil trazo efervescente de lo que
debería ser
amor despojado de mí como tajo de
carne arrancada
que su beso es la nota extraviada de
mi sinfonía
Ella vuelve
dibujada por otros arropada en mi
mano
siempre dolorosa en el escorial del
llanto
que sella de abismos la vida
dislocada
amada hasta el tormento
luciendo su vestido de sonatas
volantes
Ella, dueña de cada amanecer
¿cómo escondo de mí su piel
fosforescente
deseada en todo idioma y dialecto
posibles?
herida en el abdomen de cada
centímetro del mundo
como estela de un astro perdida en
los dedos
humedad dislocada en el desierto
agónico de la soledad
Ella
Ella sabe y ríe y se ríe
¿qué le importa que llore y me
estreche en penas?
¿cómo abandonarla si tiene sentido
hacerla lastre puro del día
perforado
y vivirla en las entrañas como si
fuera posible?
Ella se duerme
en la serenidad del beso
que a mí me desvela y me enloquece.
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