domingo, 18 de agosto de 2019

CCCXCIV


No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. He aquí uno de mis dichos preferidos, por lo absurdo, ineficaz e idiota. Empecemos por la intención del refrán, que es el consuelo; algo así como “todo lo malo pasa”. Quedémonos entonces en el concepto de “consuelo”. Imaginate un refrán que dijera “No hay mal que dure una semana”; no te voy a decir que es la gloria, pero una semana te banco, es decir, si me decís que de acá a una semana me voy a sentir bien, a pesar de que ahora quiero morirme (de hecho, ahora quiero morirme), bue, espero. Cambiá “una semana” por “un mes”. Ahí ya estamos como en el límite, pero por ahí, con algo de Rivotril (o mucho), la pasás. Pero ¿Cien años? ¿Vos me estás diciendo que me quede tranquilo, porque estas ganas de tirarme de un piso veinte mientras me corto las venas me puede durar noventa y nueve años, once meses y treinta días (o veintinueve, o veintiocho, o veintisiete, dependiendo del día en que se formule la sentencia)? a) Eso supone, en principio, que voy a vivir ciento cincuenta años, lo cual no va a suceder (afortunadamente); b) De esos ciento cincuenta años, cien los voy a pasar para el orto; ¡Fa! ¡Qué alegría saberlo! Además, imaginate que pasa todo eso: vivo ciento cincuenta años, se me pasa el mal y me muero al día siguiente; ¿no pensaste en esa posibilidad? O peor: vivo ciento cincuenta años, se me pasa el mal y me entero de que tengo una enfermedad terminal que supone una larga y dolorosa agonía; ¡Cien años más! De hecho, si lo tomás por el lado del “todo pasa”, es igual, o peor; ¡Mas vale que todo pasa! ¡Un día me voy a morir! Me duele la muela, ponele; mucho. Voy al dentista y me dice: la muela no se puede sacar, no se puede curar, no se puede arreglar de ninguna manera; pero quédese tranquilo, que todo pasa. Claro, cuando me muera, pasa, suceda mañana (Dios lo quiera) o dentro de sesenta años. “Todo pasa” y “jodete” son lo mismo. O sea: “todo pasa” y “el resto de tu vida” son equivalentes. Mirá lo bien que me siento. Pero lo más curioso (y ridículo) del refrán es el agregado “ni cuerpo que lo resista”. A ver si se entiende: una cosa está incluida en la otra; es una cuestión de lógica, no una postura política: si ningún cuerpo puede resistir un mal más de cien años, entonces, por obvia consecuencia, no hay mal que le dure más que eso, puesto que el cuerpo va a dejar de existir antes. Conclusión: si un mal puede durar cien años menos un día, estamos todxs en el horno. Reformulación del refrán: “La vida es una mierda”. Y viva Perón, carajo.

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