sábado, 17 de agosto de 2019

CCCXCII

"No hay mal que por bien no venga". Ay, ay, ay. Confieso que a veces me encantaría conocer el optimismo; al parecer, es una forma de vida que tiene en común con la religión fabricar un mundo de presentes horrorosos dignos de placer y éxtasis de felicidades sin medida. Empecemos por las palabras "mal" y "bien", con un pedido desesperado a quien quiera que sea que lea esto y se sienta capacitado para definirlos, lo haga. Si alguien puede, comente y no lea lo que sigue. "Mal": sufrir es malo, ponele; pero te deja el amor de tu vida, sufrir es "bueno", en todo caso lo malo que que el amor de tu vida te deje. Si el amor de tu vida de deja y no sufrís, o bien no era el amor de tu vida, o bie estás jugando con siete. Sufrir es malo y es bueno, entonces. O sea que si sufrís: ¿eso está bien o está mal? Hagan lo mismo con "bien", que a mí me da paja. Vamos entonces a lo que te hace sufrir y supongamos que "sufrir es malo" es una frase verdadera, o, para no ser tan terminante, es mejor no sufrir que sufrir. En realidad, poir lo que dice el refrán, sería bueno, porque si sufrís es porque vas a estar fenómeno en un ratito. O sea: si querés ser feliz, tenés que pasarla mal, para poder pasarla bien, por lo que "sufrir es malo" es una frase falsa, o, para seguir el hilo, es mejor sufrir que no sufrir, porque si no sufrís, no sos feliz. Ahora bien; se supone, de acuerdo con el dicho, que el "mal" es algo "que viene" a hacerte un bien; o sea, es un bien. Si alguien entiende algo de todo esto, ¿me lo explica, por favor? Reformulación del refrán: "A cojer que se acaba el mundo". Y viva Perón. Carajo.

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