domingo, 4 de agosto de 2019

CCCLXVII

Leí ya en varios sitios la sentencia siguiente: “Lo que el corazón calla, la mente entierra, el cuerpo se enferma y el alma se quiebra... Lo que el corazón habla, la mente se calma, el cuerpo sana y el alma despierta”. Lo primero que me llama la atención es la distinción entre el corazón y el cuerpo, o la mente y el cuerpo, o el cuerpo y el alma y el alma y la mente.
El corazón calla y el cuerpo se enferma; el corazón habla y el cuerpo sana. Está claro que en términos literales el corazón no habla; supongo, entonces, que en la sentencia, la palabra “corazón” es usada metafóricamente, del modo en que se utiliza cuando se dicen frases como “te hablé desde el corazón”, por ejemplo; o “te lo digo de corazón”.
¿Pero que metaforiza el “corazón”? No puede ser el alma, ya que lo que a esta le sucede es una consecuencia de lo que le sucede al corazón, por lo que son dos entidades diferentes. Lo único que se me ocurre es que la sentencia apunta al sentimiento inexpresado; es decir, el “corazón” ocuparía el topos de los sentimientos. Algo así como que el no expresar los sentimientos hace de la mente un cementerio que enferma al cuerpo y quiebra al alma (y lo contrario en el caso siguiente).
Más allá de que las relaciones entre alma, cuerpo y mente, tan maltratadas en el aforismo citado, parecen un tanto más complejas y menos dadas a relaciones causales tan terminantes y lineales (bien podría decirse y en definitiva es lo que creo, que son simples puntos de vista de lo mismo), sorprende cierta ligereza en la apelación a la palabra como cura, fuera de todo contexto.
“Lo que el corazón calla”; ¿Dónde? ¿A quién? ¿Por qué? ¿De quién es, si es que hay pertenencia, el alma quebrada? ¿Es que acaso resguardar el alma propia es razón suficiente para quebrar el alma de otrx? “Lo que un corazón habla”, siguiendo el hilo de la metáfora, es escuchado por otro corazón; ¿No es entonces posible pensar en “enterrar” en la mente propia ciertas cosas que, una vez dichas, pueden enfermar un cuerpo ajeno? ¿No es acaso uno de los rasgos distintivos de lo que llamamos “subjetividad” el poder convivir con la incompletud necesaria del “alma” sin fisuras?

No todo silencio es patológico y son patológicas muchas locuacidades. El amor sería imposible sin un “corazón” capaz de callar; nadie toleraría el ello desbocado de su objeto de deseo. “Lo que el corazón calla, la mente calla, el cuerpo calla y el alma calla... Lo que el corazón habla, la mente habla, el cuerpo habla y el alma habla”. La cuestión no es si callar o decir, sino qué decir y qué callar. Lo demás es David Carradine caminando sobre papel de arroz. Lindo, pero para la tele.

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