sábado, 24 de agosto de 2019

CDXI

Fui desgracia desde el amanecer del llanto
piel de avellana pelada y tersa
pelo de resolana más delgado que un beso
y ojos redentores sólo en la casa perdida
en la que se guardan dos pies en blanco y negro
y un perrito de goma mascado y contento

Pero no era suficiente aparecer tan tibio
tenía que cumplir los deberes perpetuos de la expatriación
aunque fuera regando el sur con mi sangre enana
menos roja que inútil
casi lágrima espesa del huérfano culpable

¿Quién pediría nacer si supiera del mundo?
La pregunta del Príncipe se revierte viviendo
y a la sombra de un níspero parece intrascendente
pero los árboles sólo cobijan las melancolías un rato
de noche hay que volver a la infamia y al miedo

La muerte queda cerca y eso ayuda y consuela
pero el oro de un labio debería ser previo
como el olor de una espalda revestida en caricias
o una mirada cálida que dejara una hendija
para pensar que algo valió tanta pena

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