Entre
la luna y los árboles parece ruborizarse el cielo
una
nube se atraviesa como un párpado
y
el frío resucita el dolor de la espalda sin regla
Ay
del que se entere del mal que guarda la mañana
un
día más y la tregua se habrá roto
pero
en el remiendo inconsistente de la ceguera
se
descosen algunos hilos que muestran la serranía
el
cascajo ondulante que deja una máscara
cuando
al amor se le quita el encanto de la risa
Cascabeles
blancos para los dientes del tigre
que
anuncien el receso de todo lo vivido
y
como zumbando pasan los fantasmas
a
volcar historias de niñas encogidas en la burla
a
las que sin embargo no se renuncia por nada
porque
existir en ellas es mejor que exiliarse
cara
de diamante, pequeñez herida
el
río está amarronado por culpa de un silencio
y
el techo de la vida está demasiado cerca
como
para que tenga sentido una alegría
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