viernes, 23 de agosto de 2019

CDIX

Ya no sé perdonarme porque soy el viento
arrastro conmigo el polvo y la humedad y el hambre
y el amor de los años quebrado en silencios
y paso como ráfaga por vidas ajenas que me habitan
sin dejar a mi paso más que rastros pálidos
de un ángel amarillo que robaba manzanas
y se henchía de risas en el muelle infinito
No cargo más que restos desarmados por el olvido
y el vapor alcohólico de la vergüenza infame
frente a la madre de todxs despreciándome a gritos
desde el estribo del mundo que valía la pena
Mi exilio es estar vivo en este cuerpo antiguo
rebozando las tardes con cerezas muertas
o tierra descompuesta en el nicho del nombre propio
que no designa nada más que un bulto en la calle
o un relato burlesco de lo que nunca ha sido
Mi culpa está labrada en deseos de niño
en caprichos regados en la orquídea olvidada
un febrero imposible en el que fui Judas
o un julio impenetrable del que quedan cenizas
Arrastro conmigo el polvo y la humedad y el frío
y sirvo de entretenimiento para ninfas sin memoria
o de alimento para las aves atardecidas
que sólo saben verse en los charcos rústicos
o en sus propios ojos idénticos y terminantes
Habré de detener la sangre que escapa de la lengua
y escribir una espalda con los dedos livianos
y la caligrafía intacta del querer verdadero

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