lunes, 26 de agosto de 2019

CDXVII


Hoy fui a la china a comprar unos alfajores (me refiero al supermercado que atiende una mujer de origen chino, no al país; si hubiera ido al país habría usado la palabra “China”, con mayúsculas y probablemente no habría agregado el artículo “la” adelante). Siempre me desconcertó que la mitad de la gente que entra y sale la llame Sofía y la otra mitad (en la que me incluyo) Lucía. Una vez le pregunté cuál de los dos era el correcto y me dijo “es lo mismo”, lo cual me pareció genial. Un día le pregunté a Dani, que es un hombre que trabaja ahí y me dijo que él le decía Sofía o Lucía, alternativamente. Lucía/Sofía es una persona bastante particular; excepto por el hecho de comer, siempre algo que da mucho miedo y haciendo ruidos fastidiosos, que es una constate, su comportamiento es errático. Unx nunca sabe si sus saludos serán respondidos, o en qué tono; tampoco se puede adivinar, al llegar a la caja, si le será dirigida la palabra o, por el contrario, se despertará en ella una curiosa locuacidad, casi siempre ineficaz, porque literalmente no se le entiende nada (menos aun si está comiendo, pero en esos casos es menos locuaz, afortunadamente). Hoy estaba de un particular buen humor; me saludó al entrar, en voz alta y mirándome. Fui a comprar los alfajores y para poder pagar con la tarjeta me llevé un café, porque es inflexible en el piso de doscientos pesos para cobrar con débito (nueva digresión: no sólo es raro que me exija la regla con tanto ahínco, habida cuenta de lo mucho que le compro y de que no pasa casi un día en que no vaya a comprar, sino también su actitud frente a mi DNI, que a veces me devuelve con un gesto de “mirá si a esta altura te voy a pedir el DNI” y otras coteja minuciosamente, a veces hasta mirándome para ver si la foto coincide conmigo). Como estaba de buen humor, al punto de hablarme de motu propio (no sé qué me dijo, pero era algo de los alfajores; yo le dije que sí), le pregunté su nombre en chino. Siguió a eso un sonido imposible de escribir (ponele un “mnjyng”); repregunté, con idéntico resultado, por lo que pedí que si me lo escribía. Se llama Ngoh (eviten pronunciarlo mentalmente, no suena a nada parecido y más aun en voz alta; yo intenté esto último y sólo obtuve risas como resultado). El tema es que tuve un indicio más de la importancia de los nombres, porque Ngoh se puso tan contenta por mi interés por el suyo que me regaló un Marroc, lo cual es un evento formidable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario