Hoy
fui a la china a comprar unos alfajores (me refiero al supermercado
que atiende una mujer de origen chino, no al país; si hubiera ido al
país habría usado la palabra “China”, con mayúsculas y
probablemente no habría agregado el artículo “la” adelante).
Siempre me desconcertó que la mitad de la gente que entra y sale la
llame Sofía y la otra mitad (en la que me incluyo) Lucía. Una vez
le pregunté cuál de los dos era el correcto y me dijo “es lo
mismo”, lo cual me pareció genial. Un día le pregunté a Dani,
que es un hombre que trabaja ahí y me dijo que él le decía Sofía
o Lucía, alternativamente. Lucía/Sofía es una persona bastante
particular; excepto por el hecho de comer, siempre algo que da mucho
miedo y haciendo ruidos fastidiosos, que es una constate, su
comportamiento es errático. Unx nunca sabe si sus saludos serán
respondidos, o en qué tono; tampoco se puede adivinar, al llegar a
la caja, si le será dirigida la palabra o, por el contrario, se
despertará en ella una curiosa locuacidad, casi siempre ineficaz,
porque literalmente no se le entiende nada (menos aun si está
comiendo, pero en esos casos es menos locuaz, afortunadamente). Hoy
estaba de un particular buen humor; me saludó al entrar, en voz alta
y mirándome. Fui a comprar los alfajores y para poder pagar con la
tarjeta me llevé un café, porque es inflexible en el piso de
doscientos pesos para cobrar con débito (nueva digresión: no sólo
es raro que me exija la regla con tanto ahínco, habida cuenta de lo
mucho que le compro y de que no pasa casi un día en que no vaya a
comprar, sino también su actitud frente a mi DNI, que a veces me
devuelve con un gesto de “mirá si a esta altura te voy a pedir el
DNI” y otras coteja minuciosamente, a veces hasta mirándome para
ver si la foto coincide conmigo). Como estaba de buen humor, al punto
de hablarme de motu propio (no sé qué me dijo, pero era algo de los
alfajores; yo le dije que sí), le pregunté su nombre en chino.
Siguió a eso un sonido imposible de escribir (ponele un “mnjyng”);
repregunté, con idéntico resultado, por lo que pedí que si me lo
escribía. Se llama Ngoh (eviten pronunciarlo mentalmente, no suena a
nada parecido y más aun en voz alta; yo intenté esto último y
sólo obtuve risas como resultado). El tema es que tuve un indicio
más de la importancia de los nombres, porque Ngoh se puso tan
contenta por mi interés por el suyo que me regaló un Marroc, lo
cual es un evento formidable.
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